UN DÍA SERÁ EL ÚLTIMO Y EL PARA SIEMPRE

UN DÍA SERÁ EL ÚLTIMO Y EL PARA SIEMPRE

COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

(Quien cultiva el bien se repone en perpetuidad. Por eso, la fe infunde en la caridad fortaleza y la donación nos resguarda confianza para el encuentro con el Señor, del que andamos sedientos por aquí abajo. Necesitamos elevarnos en la poesía, no en el poder del pedestal, estar en guardia como auténticos cantaores, para tomar la ruta de la verdad y de la vida, con la energía suficiente; y, así, abrazar el cielo con la inspiración del alma).

I.- EL DÍA A DÍA REVELA LO CELESTE

El día a día es un abecedario de sorpresas,

el asombro de ser agua que fluye es vida,

la vida que está fundada en el Crucificado,

pues sus integrantes somos los penitentes,

nazarenos con necesidad de trasformación.

Hay que despojarse de mundo y ascender,

la última fase en ser batida será la muerte,

inicio de la transfiguración que nos llama,

a llamear en la pureza del verso y el verbo,

al que todos estamos destinados a enlazar.

El Ser Supremo deber de ser todo en todos,

los espacios han de verter el vaho de la luz,

efluvio crepuscular que nos dejará atónitos,

al advertir que todo se hace latido a latido,

y al ver que la caridad y la lealtad se besan.

II.- EL DÍA A DÍA TRASLUCE LO DIVINO

Existimos para bosquejar nuestro camino,

un camino que cada cual ha de acrisolar,

con valentía, anhelo, gracia y conversión;

pues la santidad no se compra, se trabaja;

ni se vende, se vive a los pies de la Cruz.

No es fácil hacer vida y rehacerse limpio,

ir con la verdad y la bondad en los labios,

volver al entusiasmo de ir hacia adelante,

de continuar abriendo el corazón a Jesús,

para que el Espíritu persevere en nosotros.

El punto de referencia es siempre Cristo,

que arremetió con todos los sufrimientos

sin caer en la renuncia, con permanencia

en el Padre, que nos ofrece una luminaria,

donde todo se aclara, esclarece y vivifica.

III.-EL DÍA A DÍA MANIFIESTA LO ANGELICAL

La última palabra está en nuestro sostén,

es nuestro Redentor y nuestro itinerario,

una senda precisa y un precioso lenguaje,

únicamente hace falta otorgar el sí quiero,

quererse a sí mismo y querer a los demás.

Es cuestión de hermanarse perennemente,

de purgarse el mal con la fe en Jesucristo,

de pulirse para reforzar el verso que soy,

y de dar certeza de ello en cada despertar,

antes de que la noche nos coja y no claree.

En el Creador se halla nuestra identidad,

nada somos sin la gracia del Sacrificado,

vivamos en escucha, existamos en alerta,

seamos fiel a su voz e infieles a la caída,

que la partida es el reencuentro con Dios.

Víctor CORCOBA HERRERO corcoba@telefonica.net

11 de noviembre de 2023.-