TAYDE GONZÁLEZ ARIAS. ARENA SUELTA: PROGRESO CON SENTIDO SOCIAL

Los cambios, la evolución, las trasformaciones, no cambian no se detienen, y en un mundo con un dinamismo como el nuestro es casi imposible el poder detenernos y no estar a la vanguardia, si lo que deseamos es cumplir metas e ir por más, a lo que también se le llama progresar.

Sin embargo, ningún desarrollo puede ser bueno si no implica el respeto estricto de los Derechos del hombre (y la mujer desde luego), que van desde el principal, que es, el de la preservación de la vida, hasta los que otorgan facilidades para el ocio o las actividades recreativas.

Los cambios exigen de quienes los generan, una serie de compromisos sociales que nunca pueden ser menores a los beneficios, que sólo incumban a uno, pues la vida en sociedad incita a que seamos constantes, nos mostremos solidarios y nunca hagamos daño (consciente o inconsciente), con tal de ganar dinero.

Antes de la pandemia provocada por el coronavirus, COVID-19, las potencias mundiales llevaban un camino que seguía mostrando una brecha enorme de necesidades y penurias entre los países que se encuentran en vías de desarrollo y que debido a la no inversión (entre otros factores), de los gobiernos de éstos últimos, pareciera que seguirán cargando con ese flagelo.

Para quienes no tenga claro de los cambios que han existido es muy sencillo recordar, como es, por ejemplo, que en este momento muchos video clubs han cerrado, pues los servicios digitales ofrecen mayor calidad fidelidad y rapidez en los servicios sin tener que salir de la comodidad.

Sin embargo, algunas de las evoluciones o creaciones tecnológicas no nos han ayudado a ser más humanos, a pensar, analizar o hacer crítica, sino a seguir por el camino de la mercadotecnia, del marketing, de los billetes y las monedas; cosas materiales que llevan fácil a la banalidad, a la vanidad, al descontrol por desear lo que está de moda o que hace sentir a algunos un mayor status económico.

Si bien es cierto que no podemos enajenarnos, ni vivir fuera de lo que también se ha denominado globalización o mundialización, sí vale la pena que consideremos entre la revolución que nos está tocando vivir, agregar libros digitales o materiales educativos y de formación personal, no sólo de entretenimiento sin objetivo, sino de contenidos con calidad.

No se trata de vivir a ciegas los cambios, sino de tomar lo mejor que la evolución nos presenta, pues ojalá las creaciones del hombre fueran a la par con las necesidades del planeta y las nuestras propias para acabar con la obesidad, el cáncer, la diabetes o el estrés; que tanto nos afectan y matan, pero como no es así estamos obligados a ser responsables y mantenernos alertas de aquello que nos garantiza una buena vejez o lo que nos hace tanto mal que nos acerca a la muerte.

Ya no basta leer en una etiqueta que un producto que consumimos es “orgánico”, es necesario rastrear ese producto y conocer el verdadero origen, pues para algunos podría resultar fácil, etiquetar como sano un alimento, aunque no lo sea, y debido a que tenemos autoridades, algo distraídas en el sector, ser burlados podría ser bastante sencillo.

Podemos seguir usando y disfrutando del Spotify que dejo vacíos y obsoletos los muebles que se usaban para guardar discos, tiene como inservibles a los equipos de sonido y cambio la manera de vender de los artistas, pero no permitamos que nos invadan letras que incitan a conductas delictivas o hasta inmorales.

Podemos olvidar que Netflix, ha ayudado para que desaparecieran los videoclubes, pero no dejar que el cine clásico muera, ni que nuestros artistas sean olvidados, pues si tomamos la evolución sin conciencia estamos entregando un cheque al portador para que lo cobre la ignorancia, y ya sabemos lo que pasa con un pueblo ignorante.