TAYDE GONZÁLEZ ARIAS. ARENA SUELTA: ESTOS ERAN, DOS AMIGOS…

Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y discutieron. Uno acabó dando al otro una bofetada. El ofendido se agachó y escribió con sus dedos en la arena: “Hoy mi mejor amigo me ha dado una fuerte bofetada en la cara”. Continuaron el trayecto y llegaron a un oasis, donde decidieron bañarse. El que había sido abofeteado y herido empezó a ahogarse. El otro se lanzó a salvarlo. Al recuperarse del posible ahogamiento, tomó un estilete y empezó a grabar unas palabras en una enorme piedra. Al acabar, se podía leer: “Hoy mi mejor amigo me ha salvado la vida”. Intrigado su amigo, le preguntó: ¿Por qué cuando te hice daño escribiste en la arena y ahora escribes en una roca? Sonriente, el otro respondió: Cuando un gran amigo nos ofende, debemos escribir la ofensa en la arena, donde el viento del olvido y del perdón se encargará de borrarla y olvidarla. En cambio, cuando un gran amigo nos ayuda o nos ocurre algo grandioso, es preciso grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento de ninguna parte del mundo podrá borrarlo.

Leído lo anterior bien valdría hacernos la pregunta, ¿Cuántas veces hemos escrito sobre arena, y cuántas sobre la roca? Si hemos escuchado en ocasiones diversas que muchos tienen corazón de roca, lo más seguro es que justo ahí es donde muchos guardamos una gran cantidad de agravios.

Vale la pena que, en estos tiempos, quepa en la vida de todos el perdón y el olvido para las ofensas, y quienes nos ofendieron, de tal suerte que podamos soltar, todo lo que no nos trae los mejores momentos de algo o alguien, para dejar pasar y entrar en nosotros la luz que sólo puede tener la persona que ama, el sujeto que vive libre y libera.

¿Cuántas amistades hemos perdido o dejado ir por orgullo, o que porque sintiéndonos dioses, no hemos disculpado o perdonado?, seguro muchos tienen tiempo sin hablarle a alguien que llegaron a considerar especial o hasta de la familia, sólo porque alguna vez nos sentimos ofendidos, o porque no hemos superado alguna afrenta.

La vida es apenas un suspiro como para vivir enojados con los demás y a veces hasta de uno mismo.

En esta vida todos nos equivocamos, y el sabor de la amistad también está, en saber las debilidades de uno, y el otro, y aun así aceptar, conocer, tratar y hacer llevadera cualquier condición; si es que es una verdadera y real amistad.

¿No le parece a usted amigo lector, que con tanto problema que nos abruma, como la inseguridad que nos invade, el virus que nos ataca, o el bombardeo de noticias amarillas y rojas, nos merecemos un rato de tranquilidad?, si la respuesta es en positivo entonces, también debemos tratar de no tomarnos tan apecho todo, sino que antes tratemos de dejar que fluyan las cosas, y no afligirnos por lo que no podemos arreglar, bien porque no es de nuestra competencia, o debido a que sencillamente no esta en nuestra manos.

Seamos capaces de tener amigos que nos alienten, y aprendamos también de los que sufren o se quejan de cuanto les pasa, pues a uno le podemos dar piedad, y al segundo algún consejo que haga que sus congojas aminoren.

Borremos las ofensas de la mente y corazón, y abonemos a la dulzura del ser, bebamos lo mejor de cada quien, y hagamos que lo que nos permita ser cada día más humanos y más buenos, seamos de la conciencia que acepta, que cada quien damos lo que tenemos, y que, aunque quisiéramos vivir por siempre en la felicidad, la vida es de matices, en donde hay que vivir también entre tristezas y llantos.

No hay necesidad de que tengamos que estar muriendo para poder pedir un perdón, ni que tengamos que irnos de este mundo, para echarnos malhayas, pues es en vida cuando podemos disfrutar o no, de los nuestros y sus cuitas. Ni todo es negro, ni todo es blanco, pero si se es buen amigo o mal amigo, a los primeros los querrán abrazar muchos o los segundos ni en su casa son bienvenidos.