Tanto va el cántaro al agua…

Tanto va el cántaro al agua…

Arena suelta

Por Tayde González Arias

La improvisación suele ser una de las prácticas más comunes entre muchos seres humanos, y hay que decirlo, llega a ser exitoso improvisar, pero es un tanto como dejar las cosas a la suerte y el que abusa de esa suerte, tarde o temprano se llevará un chasco.

A algunos nos llega a dar flojera planear, otros lo hacen con facilidad y planean cada detalle en su día a día, sin embargo, habremos otros a los que nos molesta en demasía el planear y que las cosas no salgan como se pusieron en el plan, sin embargo, siempre existe la posibilidad de replantearnos las cosas y empezar de cero.

En la oratoria o el habla, se debe tener la capacidad de improvisar, es decir de hablar de cualquier tema. Sin embargo, el discurso preparado, bien escrito o estructurado será la única manera que persuadir, convencer y deleitar a quienes nos escuchen, de tal suerte que al final, nada de lo que se pueda hablar o decir parte de cero o es absolutamente improvisación, sino que se trata de un proceso mental sobre rememorar o recordar el cúmulo de información que tenemos como producto de todo cuanto hemos vivido.

Saber dónde estás parado o identificar los elementos que te rodean, siempre te salvan de quedarte callado cuando tienes que hablar, de tal suerte que te puedes agarrar de las ideas que alguien más dijo y hacerlas tuya creando tu propia opinión o sencillamente dar opiniones personales de tú vida, pues ponerse de ejemplo es válido, siempre que sea para algún asunto moral o ético.

El que siempre improvisa al hablar y lo hace por largo tiempo, tarde o temprano tendrá un tropiezo.

El Presidente de México: Licenciado Andrés Manuel López Obrador, es un ejemplo de hablar por mucho tiempo, pues cada mañana y hasta por tres horas, sale a exponer sus ideas y temas propios de su encargo, peor ha levantado polémicas con fuertes declaraciones respecto a diversos temas, que han ido desde las descalificaciones a los medios que no comparten su forma de ver la vida, o llevar su gobierno, hasta ventilar números telefónicos de periodistas.

Si bien es cierto que cada uno decide si su pecho es, o no, bodega, lo cierto es que no puedes decir siempre todo lo que piensas y menos siendo una persona que no habla sólo de sí mismo, sino a nombre y representación de un país.

Dado que sería más que aburrido, escuchar por largo tiempo a una persona hablar o leer, la capacidad de improvisación suele ser sumamente valioso, sobre todo si sabes usar figuras retóricas o los famosos “chascarrillos”, sin embargo, has de saber cuándo usarlos y no olvidar que no puedes decir en ciertos lugares, ciertas palabras ni a toda la gente las mismas palabras.

Si bien es cierto que el que no habla no vende, tampoco puedes estar frente a un merolico por mucho tiempo, pues además de tener un tono de voz peculiar cada persona, aun poniendo el mejor de los énfasis y tener la perfecta dicción, siempre suele ser mejor callar antes que hablar sin argumento o propuesta alguna.

El que habla tiene la responsabilidad de no mentir, porque hablar representa una responsabilidad que pocos aceptan, y sobre todo que muy pocos tienen o a conciencia viven.

La certeza que puede tener el que prepara lo que va hablar es de que dará confianza, pues quien, de manera constante improvisa en su discurso, y además lo hace evidente, no va a contar con la aprobación total, partiendo de la idea de que al que no es capaz de prepararse, tampoco será capaz de guiar a su pueblo.

En el quehacer de improvisar, se debe cuidar una estructura, más allá del simple inicio, desarrollo y cierre, ha de procurarse tocar los asuntos sociales, económicos, educativos y políticos. Pues cualquier asunto de la vida pública o privada puede tratarse desde éstos cuatro aspectos.

Si sigues improvisando por siempre, considera la frase que dice, “tanto va el cántaro al agua, hasta que un día se quiebra”, así que de tanto abusar de ésta práctica, alguna vez, tendrás que des decirte o pedir disculpas, una vez que la palabra dicha es como la flecha lanzada, y así como lo bien dicho hace mella en la gente, lo mismo pasa con lo malo.