Por Tayde González Arias, Arena Suelta: NO COINCIDO CONTIGO, PERO RESPETO TU OPINIÓN.

Seguramente te has encontrado en algún caso en tu vida, en donde identificar a los buenos y a los malos nunca sido difícil. En las películas por ejemplo, es muy sencillo saber quiénes son los que están por el bien y sus rivales, pero en la vida diaria, no es tan similar, y es que aunque puede que veas rostros sonriendo, o caras amables podrían estar haciéndote mal.

Si en éste momento le preguntamos a la persona que tengamos cercana a nosotros, si es buena o mala, lo más seguro es que la respuesta sea que es un buen hombre o una buena mujer, debido a que es muy complicado que alguien se acepte o auto define como mala, en principio por la necesidad de entrar a nuestro círculo social, por pertenecer a un grupo, o hasta por lograr algún objetivo o fin que persiga. Incluso hasta en las guerras, ambos bandos se erigen como buenos y claramente llegan a considerar que debido a que los ideales que persiguen son los mejores, es que merecen ganar o alcanzar la victoria.

Lo que hace que podamos creer en quienes se definen, o definimos, como los buenos, tiene que ver con la ideología, sin que embargo no podemos definir tan fácil que es bueno y que es malo, porque se trata de un asunto complejo que por años se ha estudiado y que se sabe que no es un asunto simple. En una película es fácil darnos cuenta quiénes defiende y los que atacan, lo que es blanco y lo que es negro, pues no se necesitan matices ni profundidad y el objetivo simple, pero no pasa así en la vida real.

Existen temas que entre más se polarizan más se simplifican, y entre más se simplifican menos nos cuestionamos, lo que hace que seamos más fáciles de manipular, tal y como sucede en la política, en la que si tú piensas así ahora te llaman «Fifi», o eres de «la mafia del poder», y puede que seas malo, y yo que pienso de este modo entonces puede que sea llamado «chairo» y soy de los buenos.

Los argumentos razonados en la polarización tienen el mismo valor que un cacahuate, porque lo que puedas decir al contrario solo será tomado como golpeteo, simples declaraciones que el otro recibirá en razón de que le quieres llevar al lado oscuro, con tus necedades a las que considerará hechas con falta de criterio, mientras que la contraparte que escucha, y que supone estar del lado de los buenos, al contestar considera que tiene derecho ofender, descalificar y hasta golpear, para hacerte entender que estás equivocado.

Nadie es el villano de su propia historia, y nos podemos volver muy simplistas al tomar partido, al ser corderos que nos hemos dejado guiar por los intereses del pastor, sin hacer uso de eso a lo que le llamamos razón.

La polarización tiende a la radicalización, y la radicalización a la deshumanización, por eso hay que ser cuidadosos al levantar la bandera o la mano en defensa a una ideología. Pues en lugar de ser sólo una cosa o la otra, o radicalmente de una manera o forma, los seres humanos tendemos más bien a ser más parecidos a un ecualizador, que puede tener un pensamiento favorable o negativo según sean nuestras condiciones, pero no es aceptable que despreciemos lo que piensan los demás, mucho menos que mandemos a la basura las palabras del otro sólo porque no tiene mis mismas ideas, pues eso tiene otro nombre.

La vida, sus condiciones, decisiones y forma de vivirla, va más allá de un izquierda o derecha. Pues cuando te proclamas a favor de un bando, será más fácil que termines defendiendo con todo y por todo al lado de donde decidiste estar, y pasará, que te pongas a defenderlo, más por ego que por la razón. El problema del ego, es que es tan poderoso que no permitirá que alguien que no piensa como tú, pueda ganar, tenga razón o pueda ser lo que gobierne, pues al permitirlo se tendría que aceptar que estuvimos equivocados, que el otro tenía la razón y eso su ego no se lo puede permitir, y es que hay quienes están convencidos de que no pueden estar mal, que son otros los que lo están, aunque ni siquiera tengan una ideología propia, sino que siguen las de alguien más.

En un mundo polarizado, como en el que nos ha tocado vivir, las ideas propias se encuentran escasas, y prevalecen las de otros, especialmente las de los gobernantes, a las que muchos se llegan a entregar de manera total, de tal suerte que si alguien cuestiona alguna acto, declaración u omisión, vendrán los defensores de ese ideal, y te harán papilla en unos minutos, olvidado los principios democráticos que dotan de gran valía a la pluralidad, solo por repetir las ideas de alguien más, en las que no hay matices, sino un reduccionismo similar al que hay en una película de superhéroes o un partido de fútbol, en dónde sólo hay buenos y malos, y claro nuestro equipo es el bueno.

Es necesario volver a la razón, que se comprenda que el hecho de no pensar igual no significa que seamos enemigos, no permitamos que jueguen con nosotros, no necesariamente porque muestra historia de vida o porque diversas condiciones nos lleven a tener diferencias signifique que no podemos debatir sanamente, ni disentir con respeto. Sea este un llamado a la unidad, no todos los ricos son malos, ni todos los pobres buenos, en el único cuerpo que tenemos permitamos que reine la paz, la conciencia y la virtud, no permitamos que alguien más; gobernantes, pseudo amigos, equipos o partidos, nos dividan, pues la prosperidad y el bien, son fines que sólo se pueden alcanzar en equipo y entre todos.