P. Ángel Espino García. Contemplando la Creación: LA VIRGEN DE GUADALUPE, JUAN DIEGO Y MÉXICO (21)

1.- Había una vez un rey que heredó de su abuelo un diamante de gran valor. Era la mejor joya jamás conocida. El
rey mandó exponerla en una urna de cristal para la admiración de todos. Los guardias bien armados vigilaban y el rey
estaba feliz por la respuesta de tanta gente. Un día llegó un anciano, experto en diamantes. Vio la joya, la estudió
pero no la admiró, pues tenía un defecto: una grieta en el centro. Dijo a los guardias que informaran al rey sobre el
problema y si le interesaba, él lo podría arreglar. Tembloroso fue el guardia a informar al rey. Le dijo: majestad, su
diamante tiene una grieta en el centro, pero hay un experto que la puede arreglar. El rey vio la grieta y ordenó el
arreglo. Después de una semana el anciano fue a entregar su trabajo. Al ver el rey su diamante, se le saltaron las
lágrimas, pues su diamante se había convertido en algo mucho más hermoso que antes. El anciano había grabado
una rosa en el centro y la grieta se convirtió en el tallo de aquella rosa tan hermosa.

2.- ASÍ EN LA VIDA.- Dios es el artista de nuestras personas y nos trabaja como un experto: toma nuestro mayor
defecto, lo moldea con paciencia y nos va convirtiendo en algo precioso. Dice la Biblia: “Dios modeló cada corazón y
es el único que comprende nuestras acciones”.

3.- JUAN DIEGO REGRESA A LA CASA DEL SEÑOR OBISPO.- Después que la Virgen lo despidió, Juan Diego se
fue a su humilde casa, cocinó su cena, pues ya era viudo y rezando, se fue a dormir. Estaba muy fatigado. Al día
siguiente, domingo 10 de diciembre, le esperaba otro largo viaje. Se levantó, oscura la mañana y caminó hasta la
Iglesia de Santiago Tlatelolco para la Santa Misa y aprender más del catecismo. Como a las diez de la mañana salió
de la Iglesia y se dirigió a la casa del Señor Obispo, pensando cómo convencer a los guardias para que Fray Juan lo
recibiera de nuevo. La idea del fracasó lo puso triste, pero rezó a la Virgen para que le diera valor y estaba seguro
que ella lo ayudaría. Al llegar a la residencia, los guardias lo vieron con enojo y le dijeron que el Señor Obispo estaba
muy ocupado y que no podría recibirlo. Juan Diego les dijo que allí esperaría todo el tiempo necesario. Al verlo tan
firme y paciente, le pidieron de mala gana que pasara al patio y esperara. Después de varias horas alguien le llamó
por su nombre y fue conducido ante el Señor Obispo, el cual se sorprendió al verlo de nuevo, pero lo recibió con
mucha cortesía. Juan se arrodilló y repitió el mensaje de la Virgen con fervor, mientras brotaban lágrimas de sus ojos
y con sus manos juntas imploraba que le creyera y obedeciera la petición de la Santísima Virgen María. (El fin de esta
serie es: fomentar el amor a la Virgen María y reivindicar la buena fama de Fray Juan de Zumárraga, pues varios
piensan que era duro e incrédulo. Era amable, prudente, intelectual y buen evangelizador).