«No importa cuándo leas esto…». Autor: Víctor Hugo Hernández Cedillo

Javier Duarte se ha convertido en un ícono momentáneo de la peste política que existe en México; su regordeta figura representa algo más que un simple traicionero para Veracruz, hoy es mucho más que un ex Gobernador apresado. Es en realidad, la cara de todo un sistema político, federal y democrático, claramente podrido.

Con el tema de su amante, Duarte se ha convertido en una pequeña muestra de lo que se vive en nuestro país, la situación crítica de la política que atraviesa México, se da perfectamente con una generación entera de Gobernadores cleptómanos, mismos que no se diferencian de otros anteriores, ni por los colores, más que por el cinismo y el descaro con el que estos últimos han hecho sus fechorías al mismo tiempo que administraban sus pésimos gobiernos. Lo anterior sin importar el color de sus partidos, nos habla del poderío que sentían tener al haber sido los que mejor parados quedaron tras la llegada de la alternancia a México. Con el ánimo de llevar la fiesta en paz ante el bloque opositor, Vicente Fox mantuvo durante su administración una creciente política de concesiones económicas a los estados, sin ninguna clase de rendición de cuentas; encontrar aliados nos costó mucho más que eso, el precio fue la distorsión de un federalismo sano y equilibrado, pues de repente los ejecutivos estatales se convirtieron en virreyes del país y nosotros tuvimos que pagar las consecuencias con sus malas decisiones.

El problema que tenemos enfrente en este instante es mucho más complejo de lo que parece, es más grande que atrapar a Duarte, a Yarrington o a otros tantos, ellos solamente son el resultado tangible de las malformaciones del sistema.

¿Por qué Duarte pudo desviar recursos para complacer a su amante?, esa es la pregunta del millón, ¿por qué el sistema político no brinda un mejor blindaje legal y administrativo para los recursos públicos?, ¿por qué no hay mayor transparencia, mayor fiscalización y mayores sanciones en tiempo real?, una respuesta sensata sería decir ¡por qué el sistema en sí mismo es corrupto, vivimos en México!, en realidad es muy sencillo delimitarle el poder a los políticos y gobernantes, sean del poder ejecutivo, legislativo o judicial, basta con dos cosas: mayoría y voluntad, pero las resistencias a perder poder, impiden que estas dos cosas coexistan en bien del país.

Para que estos Gobernadores acusados hayan hecho lo que hicieron necesitaron de la colaboración proactiva de legisladores y funcionarios de gobierno que en cada ocasión les allanaron su camino, ya sea por acción o por omisión, de tal suerte que la complicidad recibida no solo está en los prestanombres, en las amantes y demás ayudantes, sino en los diversos políticos que debiendo cumplir con un deber patriota en cambio lo pisotearon mientras hacían de la vista gorda con tal de sacar provecho.

Qué bueno que agarraron a Duarte, sin duda está mejor preso que prófugo, pero la oposición priísta tiene mucha razón en ser suspicaz cuando en medio de campañas electorales decisivas para la subsistencia del PRI de repente lo detienen, es la única carta que le quedaba a este partido para intentar mejorar de urgencia su percepción ciudadana y, honestamente, no creo que con esto le alcance. La detención de Duarte juega electoralmente y estas cosas no pasan por casualidad justo cuando más se necesitan.

La corrupción y el desvío de recursos públicos han existido en el país desde siempre, pero nunca habían dolido tanto como ahora, hay que replantear nuestro diseño de sistema cuanto antes o en lo futuro seguiremos solamente procesando a uno que otro caído en desgracia cuando su detención convenga o sirva como plataforma electoral, pero continuaremos padeciendo el cáncer del abuso de poder combinado con la maldita impunidad que permea en toda la república, sobre todo en los delitos de cuello blanco. La política siempre será para beneficios de unos cuantos, no importa cuándo leas esto…