«Los nuevos alcances del poder presidencial»

En el mes de abril de 2014 publiqué una columna titulada «¡El Poder es pa’poder, compadre!» en la que hacía algunas reflexiones sobre la forma en que se había venido ejerciendo (o desperdiciando) el poder en los sexenios de Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón y Vicente Fox, destacando que, a mi parecer (y en ese momento), el gobierno de Peña había entendido que el poder es para ejercerlo a plenitud y conseguir sacar adelante decisiones importantes de gobierno, lo mismo pactando hacia adentro de su partido, que hacia afuera, en aquello que se llamó el Pacto por México.

Hoy, en relación con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador por aplastante mayoría, procede analizar un poder con nuevos alcances que parece que no necesitará pactar con nadie, ni de dentro ni de fuera de su organización partidista; digamos -si se me permite la cacofonía-, un poder todopoderoso.

Las recientes elecciones denotan una profunda recomposición de las preferencias y redistribuyen el poder entre los partidos políticos. Lo primero a observar es el cambio demográfico, que hizo de éstas, las elecciones con más votantes de la historia del país con 89.3 millones de ciudadanos (respecto a los 79.5 millones de 2012) en la lista nominal. De éstos, casi 30% tenía menos de 29 años. La participación ciudadana fue de 63.4% de la lista nominal, similar a la participación de 63.14% de 2012.

De acuerdo a la información de los cómputos distritales en la votación por la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador obtuvo 53.2% de la votación, el porcentaje más alto que haya obtenido un candidato presidencial, desde que vivimos una democracia consolidada. En segundo y tercer lugar, quedaron Ricardo Anaya con 22.2% de la votación y José Antonio Meade con 16.4%.

En el contexto de estos resultados, es interesante observar que el PES (partido conservador aliado de Morena) y Nueva Alianza (quien para la elección presidencial se alió con el PRI) no alcanzaron el umbral del 3% de la votación para conservar el registro, no obstante lo cual, el primero tendrá muchas posiciones en el Congreso de la Unión. Igualmente destacable es el hecho de que Jaime Rodríguez Calderón (El Bronco) haya llegado a obtener, con todo y sus disparates, el 5.2% de la votación, superando en votación a los partidos minoritarios. Por otro lado, otras candidaturas independientes, como la de Pedro Kumamoto al Senado, no prosperaron.

Desde 1997, ningún partido tenía una mayoría en el Congreso. La Cámara de Diputados para el periodo 2018-2021 tendrá una mayoría de 185 representantes de Morena, respecto a 83 del PAN, 62 del PT, 55 del PES, 47 del PRI, 29 de MC, 21 del PRD, 16 del PVEM y dos de NA. En el Senado, Morena tendrá una mayoría de 56 representantes, frente a 24 del PAN, 13 del PRI, ocho del PES, siete del PRD, siete de MC, seis de PT, cinco del PVEM y dos de NA. La coalición Morena-PT-PES podría generar una mayoría de 302 diputados y 70 senadores y sólo necesitaría de 32 votos más en Diputados y 15 votos más en el Senado para una mayoría calificada.

A nivel geográfico, la coalición de Morena-PT-PES obtuvo 50% de sus votos en los estados de México, #Veracruz, #Puebla, #Jalisco, #Chiapas, #Oaxaca, #Guerrero y Ciudad de México. Estas entidades representan 49.9% de la lista nominal. Lo que apunta a un fuerte cambio de los actores políticos en estos estados. Sin embargo, entidades con gran peso en la lista nominal como #Guanajuato y #NuevoLeón no aportaron grandes porcentajes a Morena.

Las elecciones de 2015 y 2016 representaron un cambio en estados con fuertes mayorías priistas. Si bien en la Cámara de Diputados de 2015 el PRI logró un 30.7% en votos, obteniendo 204 escaños; perdió siete de 12 gubernaturas. De éstas, Durango, Quintana Roo, Veracruz y Tamaulipas habían sido gobernadas por el PRI durante 86 años.

De las nueve gubernaturas que tuvieron una elección en 2018, el Frente sólo ganó en Guanajuato, Puebla y Yucatán. El PAN enfrentó su votación más baja después de la transición, mientras que el PRD obtuvo cerca del 5% del voto nacional. Movimiento Ciudadano se hizo de la Gubernatura de Jalisco, mientras que cinco entidades fueron para Morena-PT-PES.

En el Estado de México, el cambio partidista se había manifestado en la elección para gobernador durante 2017, con una victoria cerrada del PRI con un margen de 3%. A nivel regional, los municipios conurbados a la Ciudad de México, con excepción de aquellos controlados por PAN o PRD, emitieron mayorías favorables a Morena en ese mismo año. En 2018, 48 ayuntamientos del Estado tuvieron una victoria de Morena-PT-PES, mientras que 28 tuvieron una victoria del Frente, 23 del PRI y 24 de partidos que contendieron individualmente.

Para la Jefatura de Gobierno en la CDMX, Claudia Sheinbaum reunió alrededor de 47% de los votos, con una participación de más del 70.1% de los ciudadanos. En 11 de 16 alcaldías ganó la coalición Morena-PT-PES, mientras que cuatro tuvieron una victoria del Frente (Benito Juárez, Coyoacán, Venustiano Carranza y Milpa Alta), y el PRI-PVEM-NA ganó en Cuajimalpa. En el ahora Congreso local, Morena tendrá una mayoría de 44 de 66 curules.

Entre los estados en los que la coalición Morena-PT-PES obtuvo una victoria para la gubernatura, en Chiapas tendría 16 diputados de los 37 del Congreso local. En #Morelos, lograría 12 diputados de 30. En Tabasco, la coalición alcanzaría 21 diputados de 35 y en Veracruz, el Congreso local contaría con 23 diputados de 50. Por último, a pesar de que el Frente ganó la gubernatura en Puebla, la coalición Morena-PT-PES obtuvo la mayor cantidad de diputados con 16 representantes de 41 en el Congreso local respecto a una oposición fragmentada.

Por último, existirá también un efecto de recomposición en las finanzas partidistas. La fórmula para la asignación del financiamiento a partidos en la Constitución señala que 30% del presupuesto se reparte de manera igualitaria, mientras que 70% se asigna conforme a los porcentajes obtenidos en la elección a diputados. Así, la posibilidad de tener menos partidos, y un PRI y PAN con porcentajes minoritarios, dejará debilitados a los que serán ahora los actores de oposición.

Un inédito fenómeno en los tiempos democráticos modernos. Un partido de Estado en el cual es evidente la influencia de un solo hombre, sin que, por ahora, observemos corporativismos que suelen generar contrapesos, y las mayorías en las Cámaras, como resultado de una apabullante votación ciudadana mayoritaria que habrán de dar a la Presidencia un poder como el que no habíamos visto en esta nueva etapa de la democracia. Asímismo, congresos locales con mayoría de partidos diferentes al del gobernador. Creo que nunca, como ahora, veremos vigente aquello que reza la frase de mi compadre: ¡El poder es pa’poder! pues creo que podrán hacer casi lo que quieran. Ojalá que sea lo mejor para México.