Gloriarse en el Señor

Gloriarse en el Señor

P. Agustín Celis

Dios ha elegido lo necio del mundo, … lo débil del mundo… lo plebeyo y despreciable del mundo, lo que no es. Cuando San Pablo escribe estas palabras a los corintios no sólo está poniendo de relieve una situación de hecho la inmensa mayoría de los cristianos eran gente pobre, sencilla, inculta, que no contaba a los ojos del mundo, despreciable para los que se creían algo, sino que está enunciando un principio, un criterio de la acción de Dios, que elige con preferencia lo humanamente inútil para manifestar que Él y sólo Él es el Salvador.

Para que nadie pueda gloriarse en presencia de Dios. Tenemos que estar muy atentos para ver si nuestros criterios y modos de actuar son los del evangelio. El mayor pecado es el gloriarnos en presencia de Dios, el enorgullecernos pensando que somos algo o podemos algo por nosotros mismos.

El Señor nos dice tajantemente: «Sin mí no podéis hacer nada». No dice que sin Él no podemos mucho o sólo una parte, sino «nada». Cuando nos apoyamos en la vida personal o apostólica en la sabiduría humana, estamos perdidos. Cuando confiamos en el prestigio humano o en el poder, el resultado es el fracaso total, la esterilidad más

José Mauricio Morales Sánchez – Notario Público No. 38

absoluta.

«El que se gloríe, que se gloríe en el Señor». En Él y sólo en Él vale la pena apoyarse. «En cuanto a mí –dirá San Pablo– me glorío en mis debilidades» (2 Cor 12,9). Gozarnos en ser nada, en sabernos inútiles e incapaces, para apoyarnos sólo en Él, que nos dice: «Te basta mi gracia». Apoyarnos en los hombres no sólo conduce al fracaso, sino que es reproducir el primer pecado, el querer «ser como dioses», el prescindir de Dios.

Esto es tan serio, que San Pablo exclamará con vehemencia: «Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo» (Gal 6,14). Sólo Cristo crucificado y humillado salva, pues Él es «fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1 Cor 1,23-24). Él es para nosotros «sabiduría, justicia, santificación y redención». Fuera de Él no hay santidad, no hay salvación, no hay sabiduría.