«Fuchi, guácala» Autor: Vícor Hugo Hernández Cedillo

Ayer en la noche cuando salí a trabajar y cuando estaba por subirme a mi auto, llegaron dos tipos enmascarados en una moto.
Inmediatamente pensé: “Me van a asaltar”. Pero esta vez en lugar de resignarme a ser víctima de la delincuencia y a entregar mis
pertenecías, me acordé de las palabras de mágicas: “¡Fuchi, guácala! ¡Piensen en sus mamacitas!”, les dije a los ladrones. En eso, automáticamente bajaron sus armas, se quitaron las máscaras y me ofrecieron una disculpa, es más, hasta me regalaron un calendario.
Los tres lloramos, nos abrazamos y nos fuimos felices cada uno a sus destinos. “Gracias, Señor López Obrador”, dije. “Nos hiciste el
milagro”.

Al escuchar esas palabras del mandatario. Primero me dieron risa, pero luego me dio ganas de llorar cuando lo escuché decir que su
estrategia contra la delincuencia y contra el crimen organizado era pedirles a los rateros: “¡Pórtense bien!”. Según él Presidente, los
delincuentes deben de dejar de cometer asesinatos, extorsiones y secuestros, así como dejar de traficar drogas y robar combustible,
por una sencilla razón: para que sus madrecitas no sufran y nos los regañen. “Piensen en sus mamacitas”, dijo López Obrador y lo peor
es que no estaba bromeando. Quisiera pensar que estaba adormilado, pero creo que tampoco se trataba de eso. Es decir, la cosa está
del carajo: realmente el Jefe del Ejecutivo cree que, dándoles un sermón a los criminales, ellos se reformarán.

Algunas veces creo que, en lugar de un Presidente de la República, tenemos a un Pastor de la República, pues Obrador quiere
solucionar los problemas del país con una moral, con sermones y con parábolas. Y no digo que esté mal que crea en Dios, pero si no va
a hacer milagros, pues mejor que se ponga a trabajar enérgicamente por la seguridad, en lugar de estar rezando.

Si Obrador cree que con las madrecitas se va a resolver la delincuencia, tal vez es hora de crear un nuevo regimiento dentro de la
Guardia Nacional: el Batallón de Mamás, integrado por puras madrecitas tiernas. Así, en lugar de combatir al narco con rifles de alto
poder, irían con sus armas más letales: ¡la chancla y el cinturón! Y, claro, nada de batallas por caminos de terracería, pondrían fin a la
inseguridad a punta de gritos y regaños: “O sea que, si tus amigotes se avientan por la ventana, tú también lo haces”; “donde te
encuentre esa tonelada de marihuana, me vas a conocer”; “confiesa dónde está el secuestrado, ¡no me contestes!”; “pero cuando yo
no esté para arrestarte, me vas a llorar”; “vas a ver cuando llegue tu padre, le voy a decir que sigues huachicoleando”.

Lo único malo de todo este plan presidencial, es que al presidente de la Nación se le olvida un pequeño y gran detalle: esos rateros
desgraciados, no tienen madre…

Twitter: @Vichhc