Diana Kennedy, pasión por la comida mexicana

Por: René Serrano García.

Una mujer muy especial, fue la señora Diana Kennedy que vivió en nuestro país durante casi 50 años y nunca renunció a su
nacionalidad Británica, y tampoco perdió su acento extranjero, pero amó a México a través de su cocina tradicional, a
escasos meses de cumplir cien años de edad, este domingo por la madrugada, dejó de existir, dejando un legado para todas las
generaciones y al mundo, porque la comida no tiene edad, límites ni fronteras.

Sin familiares cercanos en México, fue autosuficiente para vivir, investigar, crear, escribir, difundir, durante 50 años, la
extensa comida mexicana. Sus seis albaceas se harán cargo de sus bienes, la casa con tres hectáreas de superficie, al
parecer ya la había vendido, no está confirmado y sus cenizas serán distribuídas precisamente, en sus terrenos de Coatepec
de Morelos.

Tuve la oportunidad de entrevistarla en dos ocasiones en su casa, que fueron la base para hacer un trabajo, para un Curso de
Periodísmo, que nos impartió Andrés Solís, un destacado comunicador, y muy profesional.

En esta ocasión presento un fragmento de ese trabajo:

Una Mujer londinense: Diana Southwood, abandono su vida citadina para seguir hasta México al amor de su vida; Paul P.
Kennedy, país donde descubriría su otra pasión; la comida mexicana. Recorriendo el territorio nacional y cuyos resultados
difundió al mundo impartiendo clases, a través de libros, escribió nueve, tal vez más; conferencias, exposiciones y
entrevistas que se publicaron en revistas, periódicos y canales televisivos.

Raquel Linares, del diario Reforma, la definió como una escritora inglesa con corazón mexicano. A raíz del fallecimiento de
su esposo, a causa del cáncer en 1967, y a sugerencia de Craig Clairbone, editor de gastronomía del diario norteamericano,
The New York Times, comenzó a impartir clases de comida mexicana tradicional en Estados Unidos.

Un periodista amigo mío y de la señora Kennedy, Jaime Alejo Castillo, fue el conducto para que yo tuviera acercamiento con
la investigadora y escritora, cuando en una ocasión vino a visitarla y me pidió que la acompañara. Posteriormente la
entrevisté, en dos ocasiones.

Señora Kennedy, ¿ qué motivó su interés por la comida mexicana?
-Mira René, me gustaba ir a los mercados y ver tantas cosas preciosas, desde las ollas de barro, hasta la comida, lo primero
que aprendí a hacer fue la masa de los tamales, que me enseño la muchacha que hacia limpieza en la casa. Después platicando
con familias de gente que conocía, Tías, Abuelas, fue como aprendí muchas recetas, viajando a lomo de burro y en autobuses
de tercera clase invadidos por nubes de polvo, empecé a recorrer el país y a escribir mis libros.

Desde la muerte de su esposo, Paul P. Kennedy, quien era corresponsal del New York Times, en nuestro país y Centroamérica,
iba a Nueva York y venia a México, hasta que en 1980, después de vivir en el Distrito federal en la calle de Puebla, “cuando
era una ciudad preciosa, en aquel entonces no había contaminación”, y conoció otros lugares, decidió radicar en la tenencia
de Coatepec de Morelos, «San Pancho».

En Zitácuaro, conoció al Arquitecto Armando Cuevas Franco y le pidió le construyera una casa, pero sin modificar la
topografía del terreno en lo mínimo, manifestando así su respeto por la ecología. En el centro de la sala, se encuentra una
roca de más de un metro de alto que se mantiene en forma natural y sin adorno alguno.

La Quinta “Diana” era para la investigadora y escritora una casa ecológica, aquí van a regar sus cenizas, durante un tiempo
trato de producir su propia energía eléctrica, pero encontró muchos obstáculos y abandono el proyecto. Construyo cinco
cisternas en las que almacenaba agua de lluvia y la usaba para servicios secundarios. La señora Kennedy:  «para bañarse
recomendaba dos minutos, el agua no se debe desperdiciar”

Decía la escritora que las recetas tradicionales estaban cambiando, “muchas se están perdiendo porque las mujeres que las
conocen, aseguran no tener tiempo para seguir su preparación original – en su caso, reitera- mi pasión es la comida mexicana
y al escribir y hablar sobre ella , cuido todos los detalles para conservar su originalidad, mis libros no son para
cualquier persona, son el arte de la conservación para los que quieren probar otros sabores, que desean algo raro, son
información, contienen las curiosidades de la cocina de aquí que no existen en ninguna otra parte”.

Sus vastos conocimientos sobre la comida tradicional mexicana la llevaron a dictar conferencias en diversas ciudades
mexicanas, y en el extranjero, en Estados Unidos, Canadá e Inglaterra. Las clases sobre el mismo tema fueron llevadas a las
principales ciudades de Norteamérica, Hawái y Canadá y preparó comidas especiales en Washington, Vail, Filadelfia, Nueva
York, Tucson, San Francisco, San Diego, Tokio y muchas otras ciudades.

Reconoce que la señora Hortensia Cabrera de Fagoaga, vecina de esta ciudad, contribuyó en forma especial con recetas para
enriquecer sus conocimientos.

Durante la visita del Príncipe Carlos de Inglaterra, que vino a admirar el fenómenos de la Mariposa Monarca, llegó a su casa
“Diana pasó momentos felices, platicó con el Príncipe y coincidieron en sus ideales ecologistas y él le hizo una invitación
a cenar en Inglaterra, ella acepto y posteriormente acudió.

Modestamente se consideraba la mejor embajadora de la comida mexicana en el extranjero, ella fue la primera mujer en
promocionar la cocina tradicional en Estados Unidos, nos relata.

A lo lardo de su vida en México, recibió diversos reconocimientos como la medalla de la Secretaria de Turismo, en 1971, dos
veces el premio Armando Farga Font, en 1980 y 1991, otorgado por la prensa gastronómica de México. En 1981, el presidente
de la república, José López Portillo, le entrego la condecoración del Águila Azteca, que se da a los extranjeros que
realizan actividades a favor del país. En 1985 fue premiada con el Molcajete de Jade, concedido por la Secretaría de Turismo
y la cadena hotelera Holiday Inn. En 1995 recibe un reconocimiento del Instituto Cultural Domecq y en 1999 otro por Canirac.
El 24 de noviembre del año 2000, el presidente de la Asociación Mexicana de Restauranteros, Luis Marcet, le otorgo una
medalla de oro, cita en su edición de ese día el diario Excélsior. El ayuntamiento de Zitácuaro también le entrego un
reconocimiento.

Aunque tiene su estudio donde escribía, la cocina, que es típica y llena de utensilios entre ellos: cucharas de madera,
ollas, cazuelas y recipientes de barro, vidrio y acero inoxidable, rechaza rotundamente utilizar el plástico, era su
laboratorio porque ahí elaboraba las recetas. Igual que la casa, esta construida de tabique, adobe y piedra, con un estilo
totalmente rústico. Usaba canasta de mimbre cuando iba al mercado o en su caso bolsa de lona, pero nunca de material
sintético.