Arena suelta: Un país de lealtades.

Por: Tayde González Arias. En un mundo en donde tienes que cuidarte de todos y de todo tener esperanza de que algo suceda tal y como lo planeamos, lo hemos querido, e incluso se ha soñado, depende en su totalidad del empeño que pongamos para que aquello suceda, pues en esta tarea hemos de involucrar tiempo, dinero, ideas y trabajo; lo podemos hacer sólo probablemente y como entes sociales, es una práctica que dejamos para el noviazgo al buscar y encontrar pareja o tener amigos. Porque la familia es algo que se nos ha determinado y la vida exige casi siempre la necesidad de hacer equipo, sectores en donde la lealtad nunca sale sobrando.

El crear una equipo como lo llegamos a hacer para jugar, para un trabajo escolar o para cualquier otro quehacer muchas veces permite repartir funciones, desahogar la carga que uno solo no podría hacer óptimamente, por lo que la gente que escojamos o elegimos es responsabilidad propia, este ejercicio se realiza por afinidad, porque creemos que con estas personas tendremos los resultados que esperamos, los que nos ayudaran a alcanzar el logro planteado, y ganar como resultado inmediato, para el ejercicio de elección dos elementos o valores son importantes; la confianza y la lealtad.

Los colaboradores más cercanos siempre deben ser en quienes confiamos por su historia de vida, profesional o porque les encontramos u observamos cualidades que serán puestas en la misma cancha para anotar goles, para avivar las porras o para ser hombros de apoyo en las adversidades.

La lealtad sin caer en la devoción, es por otro lado lo consistente en estar siempre del lado de la idea de la persona en la que se cree, por el proyecto que representa o en compañía de otro por sí solo, es en este último ejemplo en donde además encontramos la unión con la confianza, pues al requerir poner en marcha una idea se la confiamos a alguien que creemos nos es leal y en se acto entregamos el timón para que lo lleve con maestría en el viaje, y si nosotros no tenemos en nuestro circulo a la persona en quien dejaremos que nos lleve al destino al que vamos, entonces buscaremos entre nuestros más cercanos al ducho que lo pueda hacer, y si la travesía debe ser en vela y si tampoco conocemos a alguien que sepa de la propulsión por el viento en velas, volveremos a recurrir entre la gente de nuestras confianzas para que nos recomiende a quien nos represente en las regatas.

La confianza por otro lado es el valor que permite no estar ni vivir solo, es la necesidad de compartir la emoción de la sonrisa o el llanto, y a pesar de aquellos a los que la vida ha jugado de mal manera en el tema de las amistades, contraviniendo al dicho que dice que no debemos confiar ni en la sombra, anotaría que la cotidianidad nos permite por fortuna conocer nuevas personas y creer cada día en nuevas cosas, compartir ideas, sentimientos, espacios y reiniciar el circulo virtuoso del confiar y ser leal, pues es una oportunidad que debemos tomar las veces que lleguen o podamos tomarlas de la vida, este ejercicio es tan sano como pensar en que otros creen en nosotros, y que tenemos un círculo de amigos que siempre puede crecer o ajustarse, que existen personas que nunca nos lo han dicho pero ven acciones y actitudes que hacen que crean en uno, incluso si ahora mismo nos tuviesen que elegir para estar en su equipo de futbol, de la tarea de alguna materia, o la faena del próximo evento, pedirían que estemos con ellos. Nosotros también podemos elegir con quien queremos trabajar, platicar libremente y sin tapujos de cualquier tema con esa o esas personas especiales que nos son leales y a quienes les tenemos confianza.

El mundo es un equipo en que podemos dar nuestra confianza y lealtad, demostrémoslo ya, al vecino, al hijo o hija, al esposo o pareja, al representante popular, al que mejor propuestas nos brinde en temas de política, debido a su hoja de vida que muestre congruencia y realismo, que no nos mientan o nos quieran vender gatos por liebres, demonios por Dioses como ya nos sucedió, espejos por oro.

Entreguemos confianza y lealtad y si no la saben apreciar, que quede en ellos y comencemos retirándoles esta valiosa característica, pues es ingrato el asunto y es muestra de desavenencia, además de contravenir al pacto por el que se creyó, será en quien falla en él, ella o ello los que sufran una nueva actitud, por nuestra parte es importante no guardar rencor, es mejor seguir nuestro camino y no dejarnos caer por esa falta que nos hicieron, pues en cada nuevo día que venga, que salgamos a la calle o vayamos o vengamos de nuestros deberes y sin buscar encontrar quien nos vuelva a acompañar, quien nos tenga discreción a lo que le comentemos y que cuando pidamos que levanten la mano por salvarnos de la guillotina, querrán ser la Diosa hindú, pues dos manos alzadas le serán poco cosa para querer salvarnos.