Arena suelta. Por Tayde González Arias.

 

“Daría todo lo que se, por la mitad de lo que ignoro”.

El aprendizaje es un proceso constante y fortuito cuando se trata del ser humano, aprendemos especialmente de lo que vemos pues adoptamos conductas que pueden ser favorables o desfavorables para cada uno de nosotros y para los demás. Se dice que el ejemplo arrasa cuando se trata de seguir una conducta incluso hay aquellos que afirman que si un niño por ejemplo, ve en sus padres o en los mayores una conducta inapropiada posiblemente también la haga suya sin embargo, hay historias de vida en donde los hijos o hijas no representan prácticamente en nada la repetición de las conductas de los padres.

La casa es el espacio en donde se aprende sin duda la buena o la mala vida, complementario ha de ser lo que en la calle se adquiera, y sobre todo lo que se instruya en la escuela, pues las ciencias y las relaciones sociales son sólo auxiliares en la formación integra del sujetó. El amor como esencia humana se adquiere, se palpa y se alimenta desde los primeros días de gestación y en las entrañas maternas, de ahí que es comprobado que una mujer embarazada tranquiliza su ser y al producto con música suave, con instrumentos que ejecutan piezas especiales, los demás factores que con el desarrollo humano se adquieren como el materialismo o las ambiciones en mucho se absorben de la mercadotecnia y de aquello cuanto nos venden y compramos.

Aprendemos a ir solos al baño, a comer sin asistencia, a beber primero en biberón después en recipientes especiales hasta poder levantar un tarro por si solos. Y este ejemplo es más que ilustrativo del avance que poco a poco y según nuestra evolución física e intelectual vamos alcanzando, y decimos que aprendemos a leer y a escribir aunque conscientemente usemos en la comunicación electrónica: “k” de quilo en lugar de que,” x “ por, o plis en lugar de por favor siendo claro que no aprendimos correctamente a abreviar , que nos da flojera escribir bien, que creamos lenguajes nuevos, o que sencillamente nos da igual el aprendizaje serio y formal.

No hemos aprendido al parecer concienzudamente el significado del respeto a la diversidad, porque no ha cambiado mucho la respuesta pronta y la expresión urbana cuando la gente se refiere a una sexo servidora, a un homosexual a un hombre de color o a un anciano y aunque, debería existir empoderamiento, seguridad y orgullo de las condiciones humanas antes referidas, la mayor pobreza humana se nota cuando se discrimina, se humilla o se excluye por no aprender que el ser humano no es un ermitaño, si no social y que en la pluralidad si no se aplaude que alguien prefiera dulce o agrio, blanco o negro, alto o chaparro tampoco ningún dador universal otorgo privilegios grotescos para diferenciar.

Tenemos mucho que aprender del árbol que sin mayor riego que el de la naturaleza florece y da fruto, de los animales que dan a luz casi siempre sin atención o auxilio, del bosque que sigue manteniendo vivo al ojo de agua aunque nos acabemos sus árboles, y aprender de la historia para no repetirla.

En lo social, la política actual nos va a enseñar si es bueno o malo reelegir, si premiar en este aspecto garantiza mejorar o si acaso suceda lo contrario, pues treinta Estados de la república mexicana exceptuando únicamente dos de la nación en la que vivimos definirán en todos sus niveles de gobierno a sus representantes, y será una oportunidad de aprendizaje para las y los mexicanos.

Los tiempos hicieron que la generación pasada fuera juzgada en la historia de diversas maneras, a algunos según el tiempo que nacimos se les tildo como generaciones perdidas por lo que nos queda el reto de revindicar los errores y triunfar en el futuro por el bien propio y la conciencia del legado para las generaciones venideras quienes esperamos humildemente consideren dar todo lo que sepan por la mitad de lo que ignoran.