Arena suelta Por Tayde González Arias

La medicina entretiene al paciente, mientras la naturaleza cura la enfermedad.

Las ganas de que resuelvan nuestros problemas nos han llevado a creer en cosas y situaciones inverosímiles. Vivir fuera de la realidad tiene sus consecuencias que en primera instancia denota distintos grados de ignorancia. Estar alejados de la ciencia, de la comprobación o la toda luz de razón nos lleva continuamente a prácticas equivocadas, a condiciones deplorables, a gastos innecesarios y por su puesto el desagradable sabor de la mentira, el desfalco o el fraude.

Mientras más se ignora, mayor es la posibilidad de ser víctimas de aquellos que con toda desfachatez prometen mediante alguna parte de una planta, un árbol o un animal, se curaran todos los males que les quejan, los buenos y los manos, los del bien y los del mal, aquellos que ningún médico a curado o cuyos efectos le hacen sufrir irremediablemente. Los charlatanes reúnen a círculos enormes de personas en los centros de los pueblos o ciudades, y aunado lo que dicen y a la creencia férrea de fe; se beben pócimas, se consumen los preparados o se realiza el ritual para matar la enfermedad.

Personalmente he sido testigo del grado de seguidores que en los mercados o tianguis reúne un hombre que lleva con él una víbora como mascota y al lado un tronco de un árbol que fue descubierto como el hilo negro, cuyas cualidades curativas abarcan desde un callo hasta la diabetes, y que con solo beber mejora de inmediato y que además será a bajo costo, lo que desde luego con algún ápice de razón no puede suceder.

Siendo un respetuoso de herbolaria mexicana, del estudio y de las plantas medicinales, no podría más que invitar a cerciorarnos fehacientemente con quien que sí conozca sobre los remedios prehispánicos existentes y procurarnos, pero nunca se podría aceptar la charlatanería o el abuso del dolor, la amargura, preocupación o angustia de la que se es presa cuando una enfermedad nos invade o afecta a algún ser querido.

No puedo pedir que se mida la desesperación, tampoco que se encuentre gobernanza encontrándonos en transes por estar en riesgo la vida propia o la de alguien más, sin embargo, en lo posible hay que darnos tiempo para tomar un respiro, mantenernos alertas frente a aquellas o aquellos abusivos que enterándose nuestras penas quieran vender la idea mágica del bienestar por unos cuantos pesos.

Si bien lo que se transmite en la radio o en televisión tiene la cualidad de ser responsabilidad de quien lo dice o lo recomienda, prácticamente en todas las vías de pago de este tipo de difusoras, se escuchan y ven, a quienes además a manera de mercadotécnica, usan las palabras como “hermanos”, “fe” o “magia” que les vienen bien para hacer qué, cual feligreses, hombres y mujeres asistan a determinado sitio en el que se les dará “lectura al futuro o al pasado” para encontrar “la felicidad”

En la actualidad es preocupante que estaciones de radio o canales de televisión comerciales, se les permita, por tanto, tiempo o con cotidianidad incluir en su programación contenido dirigido a mujeres y hombres que viven en el sufrimiento y que de algún problema pequeño o grave y que se les pretendan vender soluciones mágicas. El instinto de gobernación encargado de la supervisión de la programación, además de permitir que salgan a la luz solo con la leyenda que deslinda responsabilidad a los dueños de televisoras o radiodifusoras, deberían de exigir de las mismas, una mayor calidad de la programación, que desde luego incluyan, sesiones de psicología, apoyo escolar o médico, con invitación a visitar las instancias gubernamentales o privadas con capacidad probada, o los médicos homeópatas o naturistas, cuya experiencia y conocimiento respalde una cura real, y se evite el timo o la trampa.

Es cierto que todo tiene una razón de ser como elemento en la vida, pero no es justificable la existencia de los que abusan y envuelven a cualesquier por vivir en la penuria.

Los ciudadanos hoy, más que nunca, debemos estar alertas y reconocer que la luz llega mediante el estudio, que la naturaleza es sabia y los abuelos sabrán decirnos de su experiencia que planta o animal palea algún mal, pero sobre todo la ciencia y sus avances permiten y favorecen que lo que antes nos llevaba directo a la muerte, hoy pueda ser curable, tratado y eliminado de nuestro ser.

Frente a cada gente que se presente en la vía pública, llegue a la colonia con carro de sonido, o lo que se anuncie en radio o televisión como el dador de salud, o la cura mágica para el juanete o la ceguera, dude, investigue y hasta cerciorarse consuma, no antes.