Arena suelta: No falla quien entrega, sino quien no sabe recibir.

Por: Tayde González Arias. La actualidad presenta diversos problemas que son de importancia lo mismo para una persona que para la generalidad, asuntos que pueden parecer solo afectar a alguien algunas veces también tienen repercusión con los otros, en ese sentido habrá que ser cautelosos para evitar que lo que pretenda hacer algún daño lo haga lo menos posible para sí mismo y la colectividad. Al presentarse los conflictos como la enfermedad se debe encontrar la cura o el tratamiento que evite que crezca, se expanda y pueda ser fatal.

Los problemas son para resolverse no para huir de ellos, tomémoslos como pruebas de la capacidad con la que contamos cada uno en lo que bien usada la razón y la calma además de la creatividad encontremos la salida de ellos, hay quienes deciden alejarse de los lugares o las personas que ocasionan este tipo de situaciones problemáticas, y aunque algunas veces (pocas) alejarse también puede ser parte de una solución, lo mejor siempre es enfrentar los asuntos y resolverlos.

Como hombres dotados de lo necesario en la evolución genética e intelectual hemos de crear condiciones que nos faciliten la vida en paz y armonía, creando ambientes de confianza en los que prevalezca el estado de derecho no como una obligación, sino como sistema de vida constante y cotidiano en el que la voluntad sea la primera que nos haga tomar dichosos el buen camino. Por complicado que pinte el cielo en el que no se vea más que pueda caer sobre la tierra una fuerte tormenta, los caprichos de la naturaleza son tan especiales y fuertes que del mismo modo podría asomarse un resplandeciente rayo de sol.

No es permitido bajo ninguna circunstancia como hombres y mujeres de paz, que la violencia sea utilizada para la solución de algún conflicto, siempre la comunicación efectiva es el único camino a la verdadera solución del asunto cualquiera que sea su grado de delicadeza. Tengamos en cuenta que no nos podemos estar cambiando constantemente de domicilio por estar en conflicto con el vecino, no de una butaca a la otra por no soportar al compañero de al lado en el salón de clase o vivir con desagrado compartiendo un escritorio en la oficina con un compañero por la incapacidad de conversar y arreglar diferencias, antes, al contrario, busquemos el encuentro con quien tengamos los problemas y pidamos verlos, tratarlos y juntos encontrar la salida de ese estado que más que incomodo, crece y se desarrolla como tumor maligno que inhibe la buena circulación de la angelada paz.

Pensemos en el número de conflictos que otros nos buscan y no acrecentemos la cifra buscando problemas por nuestra cuenta, hagamos un análisis sobre las amenazas y actuemos con fortaleza para convertirlas en oportunidades que nos alejen y liberen de cargas pesadas que no merecemos, ni tenemos que llevar.
Abonemos a la verdad no mintiendo, hagamos honor a la misma con la franqueza del alma y el corazón, seamos tan transparentes como podamos en materia de emociones dichas y dadas, no nos entreguemos con miedo, y tengamos claro que no falla quien entrega, sino quien no sabe recibir.

No podremos aislarnos todo el tiempo de aquellos que nos quieran enfrentar, por eso vayamos al encuentro del hombre o la mujer que no coincida con nosotros y démosle la buena nueva en la que la voluntad de no caer en problema y extender la mano de la amistad es la única bandera que deseamos cargar. Para pelear como para abrazar, se ocupa de dos, siempre es mucho mejor lo segundo y si bien no se tiene que quedar de amigos para siempre, tampoco de enemigos es la opción, sino de mujeres y hombres que se respeten en las diferencias y se reúnan en lo común, ni siquiera es un tema de tolerar o aguantar, antes es una situación característica del hombre y la mujer como seres humanos que viven en la comuna con quienes comparten además de un ADN, también la mente y el corazón iguales para bombear y por supuesto para amar.