Arena suelta

Por Tayde González Arias

Muñoz se las mienta…

Mireles las señala…

Nosotros lo recordamos.

Los seres humanos somos perfectibles, y tenemos derecho a equivocarnos, de nuestros errores aprendemos, y más que darle valor a los tropiezos, saber superarles, es lo realmente edificante.

De niños cuando queremos dar nuestros primeros pasos, nuestras débiles piernitas, no están adiestradas para sostenernos en pie, sin embargo, insistimos solos, pero también logramos caminar gracias al apoyo de nuestros seres queridos, y desde luego de la natural evolución de nuestra estructura corpórea.

Evolucionamos físicamente, y se supone que con los años también intelectualmente. Dependiendo el país, al contar con la mayoría de edad, se nos permiten una serie de cosas que siendo menores no debíamos realizar. Si ser mayores de edad nos diera la certeza de lograr la madurez y con eso evitáramos tropiezos, posiblemente serían más las mujeres y los hombres que con ansias buscasen identificarse como tal (es decir mayores de edad).

Algunas personas afirman que cuando nos hacemos viejos, volvemos de alguna manera a hacer niños, debido a que regresamos a la dependencia de otros para hacer llevadera la vida. Sea cierta o no la anterior afirmación, lo que sí es verdad es que al paso de la vida, con todo y sus circunstancias deberíamos adquirir saberes para comportarnos a la altura de sus circunstancias. Sin embargo existen evidencias de inmadurez y de casos extremos de soberana estupidez, en donde los que más debieran cuidar las maneras y las formas son quienes suelen equivocarse garrafalmente.

El caso del diputado Porfirio Muñoz Ledo, que con los con los micrófonos abiertos, (menos mal que estaban abiertos), se refirió groseramente a sus colegas legisladores, mostró no solo de forma clara y audible sus deseos para sus correligionarios, además de mostrar al hombre que realmente es, y no al sujeto que con su edad aparentaba ser, es decir, docto, profesional de la palabra, la política y sus años como vividor del erario. El sujeto que para algunos es un “Batman de la democracia mexicana”, y que por cierto expresara que quería ser reelecto como Presidente del Congreso Federal, si bien es cierto que mostró que es tan común a los de su estirpe, también dejo ver lo fácil que es ser corriente.

Si bien es cierto, que las malas palabras no son cosa extraña, entre la mayoría de la masa poblacional, y que somos muchos, los que las llegamos a decir, lo que preocupa es que se sea, oscuridad de la casa y candil de la calle, es decir que se lleve la bandera del legislador que sabe de oratoria y que tiene toda una carrera

política, y no sepa que las paredes oyen, que los micrófonos se apagan, pero sobre todo que tiene una investidura y que este o no de acuerdo con los demás, el lugar en el que se encuentra, lo comparte con representantes sociales que también fueron electos por los ciudadanos, y por lo tanto, merecen todo el respeto que él pueda dar, pues es él, incluso, quien les representa como su Presidente.

Es desafortunado saber que con la cola larga y los colmillos de un zorro, se deje escapar la presa, y aunque al mejor cazador se le vaya la liebre, Muñoz Ledo, no nació ayer, ni tampoco se le paga para descalificar o señalar a nadie, salvo que sea con debate de altura y argumentos sólidos.

Si bien es cierto que el caso de Porfirio Muñoz fue múltiplemente comentado por tratarse de quien dirigía los trabajo en San Lázaro, en Michoacán, no cantamos mal las rancheras, y es que han pasado solo algunos días de que se le diera el nombramiento de Subdelegado del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) al “Doctor Mireles” , o quien responde también al nombre de pila como José Manuel Mireles Valverde, para que casi de inmediato de atreviera a llamar “pirujas” a las concubinas de los derechohabientes de su institución de salud.

Es cierto que algunas horas después de su atrofia mental, mostrada por su lenguaje florido, su equipo hizo público un video en el que se disculpaba, entre cantinfleos y ahora enarbolando a las mujeres, pero la flecha ya había sido lanzada y las palabras dichas.

Hay algunas coincidencias en los casos que hacemos mención, porque ambos son personajes públicos, los dos tienen experiencia en el trato social y político, y se suponía que tanto uno como el otro se habían empeñado en el servicio social, que incluye a las mujeres, los hombres, niños y jóvenes, así como sus correligionarios o colegas, pero lo único que hasta hoy muestran es que cae más rápido un hablador que un cojo, y que la lengua no debe ir más rápido que el cerebro.