POR TAYDE GONZÁLEZ ARIAS. ARENA SUELTA: LAGRIMAS DE MI PUEBLO
Es claro que cada ciudadano del mundo tiene sus propias necesidades, que van desde las más simples, hasta aquellas en las que para poder ser cubiertas se requieren cantidades estratosféricas o bien, incluso, algún otro esfuerzo mayor. Aunque tampoco es ajeno que para un número muy amplio de pobladores de la tierra sobrevivir, es su mayor necesidad.
Las desigualdades económicas, son posiblemente, el lastre que más profundo afecta a las naciones.
Pensar si quiera, en que algún ser humano pierda la vida por no tener que llevarse a la boca por falta de dinero para comprar que comer, o que aun teniendo recursos no pueda adquirir alimentos, es muestra de la miseria humana causada por regímenes burdos, y gobiernos ciegos, sordos y mudos.
Los pueblos del mundo, han entregado sus vidas por generaciones dedicados a trabajos que nunca les redituaron en un buen nivel de vida, hasta parece que algunos hijos de la tierra trajeron kilómetros de cadenas arrastrando desde que nacieron.
Si bien es cierta la creencia de que algunas mujeres y hombres, llegaban a tener una gran cantidad de hijos con el propósito de que de mayores los cuidaran, tampoco es tan equivocado el que se llenaran de descendencia, para ver si acaso lograba alguno, sacarles de la miseria o aminorar las penurias en las que llegaron a vivir. Aunque de ambas ideas quisiera estar un poco o todo equivocado, lo cierto es que siguen viniendo criaturas al mundo que lo único que tendrán para enfrentar los problemas de la vida, son o serán sus propias uñas, la mente o hasta la suerte.
El continente negro, como fue llamado por mucho tiempo, por ejemplo, por años ha sido saqueado, de muchas maneras, desde sus exóticos especímenes animales hasta extinguirles, o bien colocarles en peligro de desaparecer, hasta las extracciones de materiales preciosos como los diamantes. Así es, unos arriesgan sus vidas, muchos han muerto, por bajar a las profundidades, que nunca han pisado los dueños de las minas para que el patrón tenga cada vez mas engrosadas las cuentas del banco, las carteras y las bolsas de los pantalones.
América latina, lo mismo ha sido azotado por guerras civiles que ni siquiera nos pertenecen, los intereses de los países poderosos por sus materias primas, hicieron que nos invadieran militarmente, casi como pasa con las grandes corporaciones o fábricas, que, con tal de seguir creciendo, y obteniendo mayores ganancias, envenenan ríos, suelos y aire.
Si las dosis de escrúpulos y conciencia vinieran en capsulas, frascos o pastillas, serian muchos los que deberían tragarlas, pasarlas o beberlas.
Qué tendrá que pasar que para que se iguale la balanza, cuántos muertos en las minas debe haber para que las medidas de seguridad sean totales y absolutas, cuánto tiene que crecer el hambre, para que los que a diario mandan toneladas de alimento a la basura, se racionen, compartan y sean solidarios, a los cuántos soles se acaba de aprender que el brillo de éste astro rey, es igual de redondo y colorado para todas y todos. Acaso hay quienes creen que las fases lunares cambian según la cantidad de dinero que poseen o dependiendo del hambre en los estómagos.
Frente a la pandemia mundial, se dice que, si es que la logramos superar, tendremos que nacer más fortalecidos, más honrados, y más buenos, pero van tantos días, y sigo viendo a la misma mujer pidiendo limosna en la calle, también al niño sin acabar la caja de chicles, y el tragafuego en el mismo semáforo.
Algunos rezamos, y las plegarias se elevan, y la fé enaltece al hombre y lo hace sensible, pero cuando se tiene hambre, las palabras no sirven, ni los aplausos ni los buenos deseos.
Aun no soy tan mayor, y no he visto que el hambre sea menos en las casas de cartones y hules de mis hermanos de la montaña, o los que habitan los suburbios de las ciudades, francamente no quiero crecer más viendo lo mismo. No es apología de suicidio a lo que me refiero, pero, así como amo vivir, también quisiera como muchos más, que un día los poderosos gobiernos acaben de llevar a la luz eléctrica a todos los hogares del mundo, que se extiendan de manera universal los servicios de salud, de internet, o de caminos. Ya no quiero ser mayor, si lo que voy a seguir viendo es pobreza, porque entonces pienso que no estoy creciendo, porque no es crecer volver la vista al pueblo y ver a los campesinos cansados, sudoroso y sin aliento, poniendo sobre un papel la huella del dedo, por no saber leer y escribir, porque no le puedo llamar evolución, a los jiotes en la cara de las niñas y niños e incluso jóvenes, a los que supuestamente les ayudo él o la candidata, únicamente cuando vino a comprarles la voluntad a sus adultos padres, y luego los abandonaron.
Qué sentido puede tener el futuro de la humanidad, mientras dos o tres devoran la res y cientos se encargan de alimentarla.