Arena suelta: México victimizado
Por: Tayde González Arias. Los mexicanos hemos sido a lo largo de la historia victimas de diversas condiciones, lo fuimos de los conquistadores cuando entregamos riquezas a cambio de espejos, pero también fuimos esclavos de lo desconocido, hemos sido tomados como si siempre fuera 28 de diciembre en donde se celebra a los santos inocentes, tratados como las pobres palomitas que se dejan engañar, pues así como con la bandera de la democracia o la paz, de la posible riqueza y las absoluciones divinas, miles han tomado las armas, otros han sido asesinados y algunos vivimos cada día entregando nuestros sueños para la grandeza de otros debido a la ingrata y mala forma de enseñarnos que en las cúpulas en donde se arregla la manera de gobierno se disputa o se señala quien tendrá el poder, a quien se le beneficiara monetariamente o quien debe ser bendecido para los grandes cargos, los ciudadanos del común solo somos peones.
Continuamente cuando somos incapaces de mostrar carácter frente determinada situación en la que debemos mostrar tesón para llegar a una determinación, tomar partido o saber decir sí o no, nos volvemos víctimas del miedo y actuamos temerosos, sin una conducta que nos permita mostrar fortaleza o personalidad, haciéndonos ver flacos aun cuando hemos tenido basta experiencia de vida y pudiésemos brillar con buenas determinaciones argumentativas capaces de dejar a cualquiera sin duda alguna de nuestra alta capacidad intelectual en nuestras determinaciones.
En la actualidad nos hemos vuelto victimas de prácticamente todo lo que nos lleva a ser como los demás, perdiendo en todo momento la originalidad o autenticidad a causa de la mercadotecnia que impone modas que viste el cuerpo y las ideas de determinado color, textura o sabor, sólo por sentirse incluidos como si ser excluidos fuera mantener una forma o manera actitudinal especial, enarbolando lo natural, lo simple y austero, aquello sencillo de adquirir y cuyo contenido no es más que lo necesario y duradero. Somos víctimas del tiempo cuando nos alcanzan las temporadas y los colores que se “deben” usar y los tonos que te hacen ver más “nice” y de los extranjerismos baratos cuando los usamos sólo por no vernos pasados de moda o poco “pro”, aunque muchas veces ni se conozca el origen o peor aún su significado, también somos víctimas de nuestra ignorancia en los momentos en que decidimos no actualizarnos, no leer medios de comunicación o aferrarnos a una idea sin escuchar o atender otras opiniones.
No es posible agacharnos frente a la desgracia ajena, o al dolor del otro, como no es bueno ignorar la oportunidad de ayudar al hermano o prójimo sin acomedirnos, pues ser víctimas del egoísmo, cuando las desgracias y desigualdades nos invaden y provocan hambre, guerra y miseria humana, rebasa el carácter de ser humano que es lo único que hemos de heredar a las generaciones venideras. No podemos permitir que nos sigan engañando con pases mágicos a la gloria, ni evitar que lo hagan con nuestros niños y niñas, tampoco a nuestros jóvenes y no debemos seguir permitiendo que nos construyan puentes en donde no se ocupan, o que nos vendan un florero de vil cristal como si estuviese cubierto de diamantes sólo por el deslumbrante brillo. Siendo sensatos y ciertos, uno de los primeros compromisos que deberíamos seguir es el de vivir siempre alertas sin parecer o estar a la defensa, pero si duchos a los “malobras” que en tiempos de sequias quieren venir a decirnos que traen consigo en la maleta un oasis y lo podemos adquirir a un bajo costo, tampoco es normal sigamos permitiendo que nos convenzan de que como el elixir de la eterna juventud, un brebaje con las yerbas mas extraordinarias para calmar desde la simple tos hasta la incurable enfermedad.
Es momento (como siempre), de escuchar como nuestro cuerpo nos lo permite, por los dos oídos, y hablar sólo por una boca una vez que los otros incautos quieran hacer pasar frente a nosotros el cobre por oro y una vez que ellos consideren habernos engañado, actuemos ignorando el engaño, alejándonos del sitio y de la gente que suele ser víctima de su misma lengua, su perversa idea y fatal mentira que frente a lo logrado con el sano y buen trabajo jamás podrá superar lo mal habido.