TAYDE GONZÁLEZ ARIAS. ARENA SUELTA: SIN BAJAR LA GUARDIA


Para éste momento, ya son muchos los efectos que estamos sufriendo tras cerca de dos años del inicio de la pandemia mundial y el ingreso a la tercera oleada en México, por ejemplo las consecuencias por las normas impuestas a los establecimientos comerciales, han llevado a que muchos de ellos cierren sus puertas de manera definitiva, afectando de manera muy seria los ingresos de muchas familias, que soñaron y creyeron en el emprendimiento, situación que ha llevado a otros a mostrar su creatividad con tal de salir adelante, así como lo hacemos lo mexicanos en mitad de una adversidad, por lo que no es para nadie extraño ver en nuestros pueblos un incremento de vendedores ambulantes, que ofrecen sobre todo productos alimenticios, que eran común encontrarlos en torterías, neverías, paleterías o hasta en ferias.
En el tema educativo, habrá que esperar las evaluaciones que nos indiquen el nivel en el que nos encontramos, del que sin jugar con la clarividencia, seguramente estaremos mal evaluados, porque entre otras cosas no se cuenta con una planta docente capacitada en el uso de las tecnologías de la información, no todos los estudiantes de los diversos niveles educativos tienen un equipo informático con las características que permitan almacenar y trabajar con los programas que las nuevas clases escolares exigen, y sobre todo porque aunque exista un eslogan que dice que todo México es territorio Telcel, el precio de sus paquetes y sus servicios son muy altos y su señal o recepción de un nivel que estando nublado, lluvioso o con aire se les cae.
Respecto al sistema de salud de los estados y el país hay que aceptar que su fragilidad tiene muchas caras entre las que se encuentran: la falta de camas, el mínimo número de ventiladores, el desabasto de oxígeno, la falta de personal médico, la falta de especialistas, entre otros. Y aunque muchos doctores y enfermeras merecen todo nuestro reconocimiento, y muchos más no libraron la batalla al contagiarse, también es cierto que en este tiempo se han dejado ver la miseria humana, al no tener sensibilidad al dolor ajeno, mostrado al impedir el ingreso de enfermos en estado de gravedad a los nosocomios, negándoles la atención o realizando cobros excesivos, sobre todo en los hospitales privados, que lejos de ver la oportunidad de ayudar y ser solidarios, encontraron una opción de hacer negocio e hicieron su agosto.
La respuesta de la sociedad mexicana, en respecto al mal en cuestión, se esperaba que fuera de disciplina a pesar de nuestra fama, una vez que se sabia de lo que estaba pasando alrededor del mundo, pero para muchos fue más fácil, caer en descalificaciones y en las noticias falsas, e incluso se iniciaron algunos movimientos beligerantes para evitar alguna sanitización, argumentando que estaban rociando el virus. Cuando se comenzó a saber de los primeros casos, y hasta la fecha en lugar de ser solidarios (algunos), prefirieron señalar a los enfermos para que no se les acercaran los demás, o se les viera de manera despectiva, lo que hace que además de los malestares propios de la enfermedad, se aumente el desdén social (si no es que hasta el desprecio).
Los que no creían en la enfermedad, no sólo no usaban cubrebocas o gel antibacterial, sino que además seguían organizando reuniones o fiestas, y se jactaban de preguntar, ¿tú conoces a alguien que esté enfermo?, poniendo a dudar a los que más o menos tomaban en serio el tema, hasta que los alcanos la realidad y como versa el dicho, que nadie experimenta en cabeza ajena, les tocó sufrir el mal o que algún familiar enfermara, fue entonces cuando se les pudo callar la boca.
Posiblemente uno de los peores y más nefastos capítulos del tiempo complicado que nos está tocando vivir sea el de los mercenarios del oxígeno, pues resulta absolutamente reprobable que el vital medicinal se vendiera a precios exorbitantes, incluidos los tanques para su contenido, que se ofertaron en cifras muy altas, o se rentaron a costos sumamente elevados, en este asunto no hay manera de defender a ninguno de esos seres que creen que nunca necesitaran de los demás.
En este orden de ideas, también algunos políticos y gobiernos se dieron a la fabulosa tarea de conseguir tanques de oxígeno y prestarlos o donarlos, u ofrecer sanitizar, regalar gel o cubrebocas e incluso surtir de oxígeno, pero con el propósito de que en su momento les voten, ganar adeptos o tener el aplauso social, pero no únicamente por hacer el bien, y que, dicho sea de paso, estos apoyos en la mayoría de los casos llegaron tarde.
En las fechas por venir, se habla de una nueva cepa del virus que puede volver a tambalear al país en todos los aspectos que hemos comentado. Y aunque ya se sabe de la vacuna, misma que están recibiendo los adultos mayores, y que no tiene efectos de inmunidad inmediatos, se debe seguir guardando distancia, usando gel y cubrebocas, lavando constantemente las manos y evitando asistir a eventos masivos. Esperemos también que la vacunación, como todos los programas de gobierno no sean usados electoralmente y que lo que deba hacerse se haga de buena voluntad, y que en mitad de la tempestad encontremos nuestra humanidad.