SOBRIO

SOBRIO

ARENA SUELTA

POR TAYDE GONZÁLEZ ARIAS

La sobriedad además de ser ese estado en el que no existe presencia de alcoholismo en el cuerpo, refiere a lo que no tiene adornos innecesarios, que es a la vista agradable y que presenta casi en su naturaleza un valor estético de alta valía. Es sobrio aquel o aquella cuyas características en su vestir no son llamativas ni estridentes, si no en los colores y telas se muestra delicado, sencillo y agradable.

Cuidar nuestro cuerpo, que es nuestro templo, siempre será una tarea valiosa. Deje de intoxicarse una sola semana, y va a probar lo maravilloso que es, que nuestro cuerpo vuelva a segregar esas sustancias que permiten tener anhelos, metas y alegría en su vida.

La moderación es una característica también intrínseca a la sobriedad, sobre todo si hacemos referencia a no usar más de lo que no se debe, lo que aplica lo mismo en las palabras en las que no habremos de mencionar salgo lo que sea necesario, que en la bebida en la que no se excederá hasta encontrar el desacierto, si no antes procurar encontrarse en estado de lucidez en todos los sentidos. Esta característica es una de las que posiblemente más se pierda y más se pide que no se haga, pues especialmente las bebidas alcohólicas, los comerciales televisivos y otras campañas piden no excederse, y sin embargo tal es el grado de la adicción y el descontrol que por muchas cuestiones cosa tan necesaria es perdida y abandonada por muchas y muchos.

Ser un hombre o mujer con temple, es procurar el equilibrio es no enfurecerse a la primera, ni desbordarse de felicidad, y justamente la sobriedad logra como resultado la templanza, evitando el exceso, abonando al acomodamiento y limitándonos a la satisfacción frente a las pasiones o los deseos. De modo que, debemos mostrar ser más templados en cada momento en los que debamos tomar decisiones o actuar pues aquella persona que estando molesto con alguien toma una decisión es posible que lo que esté haciendo con el sujeto sea desquitarse.

Cada que vivimos la experiencia de ver algo que nos gusta tiene que ver con la sobriedad, pues en la cosa, la persona, el objeto no hay excesos sino moderación, tampoco es superfluo, es decir tiene una utilidad o más en concreto desempeña una función, así la camisa blanca del ropero será más pronto utilizada que la de color amarillo que se adquirió en la última campaña de moda. Siendo realistas no es complicado ser hombres y mujeres que cuiden no ser arrollados por el coraje de otros ni el propio, pues bien, controlada la respiración, los momentos y viviendo en la calma hemos de erigirnos con cautela y prudencia volviéndonos sobrios.

En prácticamente todos los lugares en los que vivimos hay elementos, personas y cosas que pueden hacernos perder la cabeza, es decir una pena caer en el alcohol, un abandono en la depresión, mal portado de los niños en la escuela en el coraje, el señor que casi te atropella o quien se cruzó la calle en un alto, la rabia o la cólera y por falta de disciplina emocional culpamos a los demás de haber echado a perder el día echando a la borda la sobriedad, por lo tanto nos volvemos mujeres y hombres que le dan toda la importancia a lo accesorio, sin importante lo humanamente posible que pudiera aquellas conductas que no son de buen aprecio para nosotros.

Para saber en la vida lo que es necesario y lo que no se ocupa requiere de madurez y es justamente el sujeto sobrio el que identifica lo que es y aquello que está demás, no es tan complicado ir a al mercado y con una lista saber justo que se tiene que adquirir, si de pronto algo se antoja o nos gusta podría hacerse una excepción pero nunca muchas más, pues realizar este ejemplo encamina al hábito, cualidad y hasta valor de no poseer demás, no perder el tiempo optimizando minutos y conduciéndonos correctamente abrazando lo que nos es importante sin despilfarrar.

No es justo ni posible seguir quejándonos de todo y por todo sin aportar, y una manera de hacerlo sin que sea sacando la billetera es evitando el egoísmo, dejar de pensar solo para uno mismo, no dejarnos arrastrar a la sociedad del consumo por el consumo, o satisfacer caprichos, pues el carácter que el mundo nos pide en todos los aspectos es aquel en el que al vagabundo se le estreche la mano y con la otra se entregue pan, al impostor se le quite la máscara y a los buenos se les haga brillar.