POR TAYDE GONZÁLEZ ARIAS. ARENA SUELTA: PERDONAR

Dos personas que compartían la misma celda un día fueron puesto en libertad después de algún tiempo ambas personas se encontraron y uno le pregunto al otro – ¿tu recuerdas aquellos años de sufrimiento que pasamos en la celda, en aquella prisión? – a lo que respondió – sabes, yo ya decidí olvidar todo aquel pasado- el otro comentó – sin embargo yo recuerdo a todos y cada uno de los que me maltrataron, y aun los odio con todo mi corazón- su compañero reviro – lo que sucede es que tu decidiste quedarte en la presión y yo decidí ser libre-

En base a esta breve experiencia de vida nos damos cuenta que, ¿cuántas personas, son prisioneras del odio, de la venganza y del rencor en su corazón?, ¿cuántas personas toman de ese veneno, y comen y beben en cada día aquel dolor del pasado? Permitiendo que eso, no solo afecte su salud mental sino también la salud física.

Hay muchas personas que hoy sufren alguna enfermedad y no van a ser curadas, si no son capaces de perdonar. Debemos de comprender que el rencor nos afecta de manera interna y personal, al igual que el odio y la venganza.

Vivir odiando, teniendo rencor o buscando venganza contra alguien, son condiciones que nos impiden ser libres, pues el veneno más peligroso para nuestro corazón se llama rencor. Y ¿cómo podemos salir de ese tipo de situaciones?, ¿cómo superar las acciones de los que nos hicieron daño?, ¿cómo curar las heridas que nos causaron algunas personas?, dándonos cuenta que el perdón o las disculpas, no son favores que les debemos otorgar a las personas, sino un regalo que nos debemos hacer a nosotros mismos.

En el momento en que personamos, es también el momento en que decidimos ser libres, de cualquier prisión pues dejamos de beber de ese veneno y comenzamos a tener paz mental y física.

Existe un proceso, que, si bien no es sencillo, si es importante para lograr perdonar los agravios y encontrar la paz, iniciando con reconocer a quien te ofendió, pues no podemos ignorar las heridas, sin embargo y

como es posible, si esa persona que causo mal en nosotros no viene a encontrar una disculpa, aun cuando nosotros no tengamos culpa alguna, debemos ir y pedir perdón, pues eso nos ayudara a estar en paz. Si no podemos perdonar hay que pedirle a nuestro Dios que nos dé la capacidad de perdonar.

Hay que pedir a Dios que nos mande el valor para perdonar, porque no se lo podemos pedir a nadie más, pues no existe en la historia de la humanidad alguien a quien le hayan maltratado tanto y ofendido tanto, y haya perdonado tanto, como al Nazareno, pues lo traicionaron, lo negaron, lo vendieron, lo escupieron y lo crucificaron inocentemente, y lo único que dijo fue – padre, perdónalos porque no saben lo que hacen-.

Cada que pensemos que hemos sido víctimas de algo injusto, consideremos que a Jesús se le hicieron todo tipo de injusticias, y que aun así, en Padre Nuestro, claramente se lee – perdona nuestras ofensas, así como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden- y la pregunta es si en realidad lo estamos haciendo o sólo hacemos de dientes para afuera esas menciones.

Quien niega el perdón al otro, rompe el puente por el que alguna vez, y más tarde que temprano tiene que pasar.

Hoy es el momento para sacar de nuestro ser, ese odio, ese rencor esas ganas de venganza que no te dejan ser libre, y por lo tanto feliz.

No podemos auto flagelarnos y seguir destruyéndonos a nosotros mismos, de apoco y día a día, impidiéndonos disfrutar, y gozar de la única vida que se ha comprobado que tenemos, y que además es un instante.

Entreguemos el corazón herido, el renco y el odio a Dios, y permitamos que el sentimiento de venganza que podamos tener se convierta en luz y esperanza que nos haga ser mejores hombres y mujeres, con la capacidad de amor que cada quien mereces dar y recibir.

Hay que replantearnos la vida, y consideremos que el principio social que más abona a la buena vida, es la paz, y que la paz, no se encuentra en ningún otro lugar, más que en nosotros mismos, y que no se gana después de una lucha necesariamente de armas, sino una vez que pudimos derrotar los malos sentimientos que habitan en nosotros.

El mundo se está desmoronando por aquellas y aquellos que no montados en el orgullo no quieren ceder al perdón, y en las culpas de los que cediendo piensan que son o fueron cobardes. Sin embargo, también a los habitantes del mundo, notoriamente le hace falta que vuelva la humanidad, esa que haga que nos volvamos a sentar a pensar, a reflexionar a conversar, para poder encaminarnos al perdón y al olvido, para poder realmente vivir