Max, joven zitacuarense: es la imagen del sufrimiento
-Max era un joven normal hasta que tuvo un accidente y quedó en coma por dos meses.
-Las consecuencias fueron terribles, no camina, difícilmente se mueve y habla con problemas.
-No pide dinero, pero lo necesita, normalmente dice: “tengo hambre”.
- Zitácuaro, Mich, noviembre 17 de 2017.- Por: René Serrano García. – Dimos a conocer el caso de don Amador y su hijo Lázaro, que despertó el interés y preocupación de miles de personas, pero existen más, y quizá de mayor tristeza y dolor, se requiere de un intenso trabajo de investigación para detectar a las personas y familias que viven en alta marginación, las hay en todas partes, pueblos y ciudades, en Zitácuaro existe Max, tiene 31 años de edad y 4 de soportar una existencia terrible, dolorosa y triste, dice que no tiene apoyo de su familia.
Le resulta muy, pero muy difícil, permanecer de pie, su cuerpo no se sostiene, pierde el equilibrio y debe recargarse en la pared o caer, prefiere arrastrarse: “tengo tres pantalones y mire este ya está roto, por arrastrarme”, me dice con su voz entrecortada, porque tiene problemas para hablar, y se voltea para mostrármelo, se nota roto y mojado de orina.
Sus manos no permanecen estables, se mueven como si tuviera mal de Parkinson, pero no, está así porque sufrió una volcadura, cuando viajaba en la parte trasera de una camioneta, con otros amigos, uno de ellos murió, estuvo hospitalizado y en estado de coma durante dos meses, “yo me acuerdo cuando nos volteamos y de ahí hasta que desperté del coma, dos meses después”. Y me muestra su cabeza con varias cicatrices. De milagro estoy vivo. Dice que se dañó la columna vertebral y eso le impide caminar, moverse, mantener su cuello erguido y hablar normalmente. Estuvo internado en el hospital regional,
“Íbamos a montear, en una camioneta llevábamos las motos, allá en la “pata” del cerro Cacique, éramos cinco, pero la camioneta cayó a un barranco y uno de los compañeros murió, dejo una niña de 8 años y un niño de 11”, recuerda Max. El nunca se casó.
“Haga algo para que me den una silla de ruedas, para poder moverme”, me pide Maximiliano López Ortega, que vive con su mamá, su padre ya murió, y ella esta con otro esposo al que llama El Lobo. Asegura que lo dejan solito. Como no se puede mover, tiene problemas para llevarse la comida a la boca.
Max trabajó en Los Ángeles, California, ¡allá ganaba dólares, allá si pagan!, dice con sus palabras entrecortadas, le hago la seña de dinero y responde: “Si puros dólares”. Se queja que le duele la cintura y pide comida. Normalmente se le encuentra entre las calles de Ocampo y Revolución, u Ocampo y Leandro Valle, sentado sobre la banqueta y recargado en la pared.
Es seguro que nadie en el DIF municipal lo ha contactado, a pesar de estar en la calle esperando la ayuda pública, aunque nunca lo he escuchado que pida, pero si alguien se le acerca dice “tengo hambre”. Le pregunto si ha ido al DIF para pedirles ayuda, pero no contesta, no sabe que decir.
Vive en la colonia El Moral, en la calle Mirto, de donde se viene y va como puede, normalmente en una combi o en taxi, cuando tiene para pagarlo. Para irse de regreso ha encontrado taxistas, algunos ya lo conocen y lo llevan a su casa de forma amigable y gratuita, como puede se sube al auto. La mayoría de las veces junta dinero del que le dan y con eso paga el taxi, 30 pesos.
Muchas ocasiones se ha quedado a dormir en la calle, cierta noche, aproximadamente a las 10.30, yo pasé por la calle de Leandro Valle, por el Centro de Salud y vi a una persona recargada sobre la pared, aún no sabía de su grave situación, llamé al 911 y media hora más tarde lo levantaron y lo llevaron a su casa. Tiempo después, vi a este joven, sentado sobre la calle Ocampo y fue cuando entablamos relación y me fui enterando de su vida.
Le pregunto que como se va y viene a su casa en la colonia El Moral y responde: hoy me vine en un taxi”. ¿Quién te dio el dinero para pagarlo? No, yo traía del que me dan, lo guarde. Max, es otra víctima del infortunio, de la desgracia y del olvido de su familia, la sociedad y las autoridades que alardean de sus programas sociales, pero a Max no llegan.
La coordinadora del DIF municipal, Hilda Pliego, me llamó por teléfono y quedamos que platicaríamos sobre el caso de don Amador y su hijo Lázaro, ella quedó de pasar a mi oficina el martes, porque el lunes “tenía un evento”, pero la sigo esperando. Con su actitud está demostrando que no le interesa ayudar a estas personas, aun cuando está enterada de una grave necesidad que se debe atender. Quizá se interese hasta que la señora Rosario Jasso, conozca el caso y ella le pueda ordenar que lo atienda. El drama de Max, requiere ser atendido con urgencia.
El caso dramático de Max, también es desconocido por el DIF, que debería tener una brigada o al menos a una persona que detecte este tipo de situaciones, este es su trabajo, ayudar al desprotegido, al desvalido. Max está urgido de una silla de ruedas, si el DIF no se la da, hay quién si se la otorgue, son tiempos de precampaña político electoral y donantes sobran, ya lo comprobamos con Lázaro, que le dieron una nueva, “la señora nos llevó a su oficina, nos dio la silla y después nos llevó a mi casa y me dejaron la otra silla”, me dijo don Amador, se refería a la diputada Marycarmen Bernal.
Creo que Máx, necesita tratamiento psicológico, terapias de rehabilitación, esto lo debe decidir un médico, y atención de su familia que se nota no le importa, esta joven tiene 31 años y su cuerpo puede responder a los tratamientos. Requiere de alguien que lo lleve y traiga al Centro de Rehabilitación del DIF, si es que este se interesa. La institución tiene un albergue, quizá le serviría a Max.
En El Informativo La Región continuaremos investigando casos como estos, estamos seguros que existen más como el de Lázaro y el de Max. La publicación que hicimos sobre don Amador y su hijo Lázaro, tuvo un alcance de 140 mil en Facebook y nuestro portal de noticias, y muchos buenos deseos de ayudarlos, que en la práctica no se han notado lo suficiente, Max, es más urgente.