La Trata y la explotación de la prostitución no es trabajo sexual
En la última década, algunos organismos de las Naciones Unidas, varios gobiernos, algunas ONG y algunas académicas, han promovido la política de que la prostitución es voluntaria y la trata sexual es forzada. Sin embargo, la realidad es que la prostitución y la trata sexual son habitualmente codependientes. En los países que prohíben la trata pero despenalizan la industria del sexo, la prostitución, la trata sexual, el sector sexual ilegal y la prostitución infantil se expanden.
Incluso los indulgentes holandeses cerraron sus principales zonas de tolerancia, originalmente promovidas como lugares que protegerían a las mujeres en la prostitución y controlarían la influencia del crimen organizado. En 2004, el alcalde de Ámsterdam admitió que la «Tippelzone» o Barrio Rojo, la infame zona de prostitución de Ámsterdam, se había convertido en un refugio para delincuentes, traficantes de drogas, tratantes y proxenetas y no era seguro para las mujeres.
Algunas académicas como Marta Lamas y sus alumnas se la pasan diciendo en sus conferencias y libros que ciertas feministas se pasan exagerando, en todas partes y desde una visión moral, la prevalencia del tráfico sexual, sensacionalizando a sus víctimas, y han emprendido una “oscura alianza” con la derecha. Pero yo dudo que ellas hayan entrevistado a una sola víctima, a una sobreviviente y, difícilmente, a ninguna de estas feministas. Incluso tienen una terrible confusión entre prohibicionismo y abolicionismo y nos tildan de ser “hijas de Bush”.
La administración Bush no tiene el monopolio de la lucha contra la trata y la explotación sexual, ni la tuvo cuando ocupó la presidencia de los Estados Unidos. Sólo nos falta que también nos digan que somos “hijas de Bush” en la lucha contra los vientres de alquiler.
La trata también era una prioridad de la administración Clinton y en la de Obama. Es más, la trata de seres humanos y la prostitución como instituciones profundamente patriarcales han sido, durante mucho tiempo, una prioridad de muchas feministas. La posición que tuvo que adoptar el gobierno de Estados Unidos desde los tiempos de Bush fue debido a la presión que sobre ese gobierno ejercieron muchas feministas. También muchas feministas favorecen la política del gobierno sueco que sostiene que toda la prostitución es violencia de los hombres contra las mujeres.
Los gobiernos de Estados Unidos en cooperación con Suecia lanzaron una campaña en 2000 para prevenir la prostitución y la trata sexual. En un proyecto conjunto con la Coalición contra el Tráfico de Mujeres Internacional (CATW) y el European Women’s Lobby (EWL), Suecia y los Estados Unidos, para mejorar las medidas de ayuda a las víctimas de la trata y la legalización de la industria del sexo en Europa, y para abordar la demanda. Este acuerdo se anunció la misma semana que el exprimer ministro sueco Göran Persson afirmó que «Europa seguirá criticando a Bush de la misma manera que antes… Pero no creo que él estará más dispuesto a escuchar”, dijo.
Algunas organizaciones reglamentaristas como la Coalición contra la Esclavitud y la Trata (CAST) y Ann Jordan de la red “Freedom”, han recibido algunas de las mayores subvenciones federales contra la trata de personas. Si el acceso a los fondos contra la trata de la administración Bush fue una medida de alguna “oscura alianza” con la derecha, entonces estos grupos son ciertamente bien financiados y tendríamos que investigar qué fondos y de dónde recibe financiamiento Marta Lamas.
También existe la red de proyectos de trabajo sexual. En su sitio web, enumera «negocios de entretenimiento para adultos», donde los empresarios de la industria del sexo, también conocidos como proxenetas, se prometen publicidad gratuita. Como en México las páginas de Zona Divas y Sugar Daddy Mexico.
Para sus víctimas, la explotación sexual no es ni sexo ni sexy.
Muchos progresistas que afirman que el capitalismo globalizado promueve la desigualdad de género, etnia y clase tienen una extraña reticencia a criticar a la industria del sexo por hacer exactamente eso. Están fuera de contacto con la mayoría de las mujeres en la prostitución que no quieren «mejores condiciones de trabajo», sino una vida mejor.
La prostitución no es «trabajo sexual», es violencia extrema contra las mujeres. Existe porque un número significativo de hombres reciben permiso social, moral y legal para comprar mujeres bajo demanda. Existe porque los proxenetas y los tratantes se aprovechan de la pobreza y la desigualdad de las mujeres. Existe porque es una última estrategia de sobrevivencia de las mujeres en mayor grado de exclusión social, no una elección, para millones de mujeres del mundo.
En noviembre de 2004, el liberal Berkeley derrotó a la medida Q que habría clasificado a la prostitución como la prioridad más baja de la policía. Esto fue defendido por un grupo de «trabajadoras del sexo», cuyo líder había sido condenado por la promoción interestatal de la prostitución, es decir, trata. 64 por ciento de los votantes no se engañó en pensar que la descriminalización de los proxenetismo, burdeles y compradores protege a las mujeres en la prostitución. Al igual que muchas feministas, los votantes de Berkeley indicaron que preferían despenalizar a las mujeres en la prostitución y penalizar a quienes promueven la prostitución.
Cuando la Unión Americana de libertades civiles se une a los evangélicos para aprobar la ley de eliminación de violaciones de la prisión, o cuando el Caucus de Afrodescendientes del Congreso trabaja con los conservadores para aprobar la ley de paz de Sudán, sus credenciales progresistas no son sospechosas. Sin embargo, Lamas y sus aliadas, incluso las del Congreso, tienen un estándar diferente para las feministas que trabajan contra la trata, la pornografía, los vientres de alquiler y la explotación sexual.
Grupos que se esfuerzan por hacer que el cambio político y que buscan actuar a pesar de las diferencias ideológicas y tácticas, resulta en alianzas débiles como, por ejemplo, los derechos de las mujeres indígenas, o por los derechos reproductivos y contra el alquiler de vientres, o los derechos de las niñas o contra el acoso sexual. La diferencia entre la conveniencia y la moralidad en la política es la diferencia entre la venta de un principio y hacer unas pequeñas concesiones para ganar más.
Oponerse a la trata y la explotación sexual, al sistema prostitucional y a la industria del sexo no te hacen conservadora, moralista o militante de algún partido o grupo político. Ayuda a hacerte feminista y defensora de los Derechos Humanos de las mujeres.