LA OCASIÓN PROPICIA

LA OCASIÓN PROPICIA

COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

(Es el momento para vivir con profundidad, aquello que nos calma y nos colma, el valor y el significado del nacimiento de Cristo. Nos convoca a unirnos y nos evoca a reunirnos, alrededor del luminoso verso creativo y su nítida inspiración. Encendido el corazón, la vida no se apaga).

I.- TIEMPO DE ALEGRÍA CONTINUA

El Niño está cerca, viene en camino,

nada lo detiene y todo se conmueve.

El universo sonríe pétalos de fuego,

y la tierra se ennoblece de visiones,

porque algo glorioso nos envuelve.

La espera suena al son de confianza,

nos pone en posición de la estrella,

y nos dispone a vernos y a mirarnos,

a contemplarnos en esa observancia:

de corazón a corazón y de cercanía.

Un recién nacido nos entusiasma,

nos acaricia el alma y nos enternece,

nos agrupa y nos reagrupa de vida,

nos llama y nos envuelve de cariño,

pues por amor vino a nosotros Dios.

II.- MOMENTO DE BÚSQUEDA PERMANENTE

Lo espiritual se aclara y esclarece,

con la encarnación de la inocencia,

y con la mística del verbo celestial;

que nos revela el perdón con la luz,

con la gracia de la verdad y

Triple de gigas – Evonet Zitácuaro

bondad.

No dejaremos de explorar cada día,

buscaremos el modo de hallarnos,

nos reencontraremos en la túnica

del tiempo y del espacio buceando,

el modo y la manera de abrazarnos.

Nuestra ilusión deriva de la certeza,

de que el Señor nos trae la palabra,

viene a vivificarnos como espíritu;

se aloja entre nosotros con la cruz,

y germina en nosotros con la aurora.

III.- INSTANTE DE TERNURA DESINTERESADA

El efectivo regocijo nace del afecto,

del gran afecto de la ternura efectiva,

que está unida a lo más hondo del ser;

pues es un don en donación naciente,

que mora y enamora en vivo presente.

La fuerte presencia íntima e interior,

de ese Creador que nos resplandece,

con la venida a nuestras habitaciones,

ha de tutelar los andares aquí abajo,

velando la estima y vigilando el pan.

Porque el querer de un niño es dulce,

tan dulce como la mirada de una flor,

que se enreda bajo el sueño de la paz,

y se mezcla entre el verde esperanza,

con el azul celeste y el oleaje terrenal.

Víctor Corcoba Herrero corcoba@telefonica.net

10 de diciembre de 2021.-