La libertad de pensar
La libertad de pensar
ARENA SUELTA
POR TAYDE GONZÁLEZ ARIAS
Dicen que cuando no se puede contra el enemigo debes unirte a él, sin embargo, también se suele estar cómodo desde la oposición, y si no, hay que preguntarle al Partido Acción Nacional, que desde que existe ha sido muy bueno en las grandes campañas de crítica y contraposición a los gobiernos que no han sido de sus líneas partidarias.
De tener que unirnos a los enemigos, no estaría garantizada la paz, sino la opción latente de una posible revuelta desde adentro, es decir, aceptar aquello con lo que no estamos de acuerdo, no es y no será de ninguna manera doblegar los ideales o eliminar de un plumazo las diferencias.
Pensar diferente, no es malo, ni representa siempre una amenaza, es verdaderamente peligroso cuando existe la intolerancia o la falta de madurez que representa aceptar la pluralidad, y permita que sea el acuerdo y la conciliación las que deban practicarse para convivir en una sociedad que, con una historia especial y diferente, disfruta de la diversidad y no son borregos que van a donde el pastor les diga.
El buen líder, busca conciliar, ha de abrevar a la verdad en su actuar y con los mejores argumentos hará que quienes no tienen razón vengan a su área de pensamiento. El mal líder o aquél que no merece que lo llamen así, elimina a los que no lo alaban, a los que piensan diferente, y los descalifica, los somete, crítica o hasta los aniquila.
Por eso, las diferencias de pensamiento, dejan ver también a los capaces y a los incapaces, a los tolerantes e intolerantes. Mientras la diversidad de pensares, pudiera abonar a la solución de problemas o la riqueza de opciones, en muchas ocasiones ha sido todo lo contrario, y se ha detenido o privado de su libertad a los hombres y mujeres pensantes, otras tantas se les desaparece o también se vive en la división social.
Aunque dice el dicho que no debemos de ponernos con Sansón a las patadas, porque saldremos perdiendo, tampoco podemos ir callando por miedo, aquello con lo que no coincidimos, y menos aún si nos afecta de alguna manera o a los demás. No contribuimos siendo agachones, ni omisos, sin embargo, hay que ser políticamente correctos y con cautela y finura alcemos la voz, y señalemos las injusticias.
No es cómodo para algunos que alguien difiera de su manera de ser, actuar o pensar, y menos que se los expresan, pero si eso no sucediera entonces no tendrá razón de existir la lengua, porque, así como hay palabras para enamorar, también tenemos verbos para la protesta y debemos usarlos.
En los contextos políticos actuales, somos muchos los que no compartimos la manera en la que nos gobiernan los y las alcaldes, nuestros gobernadores o gobernadoras, diputados o senadores, sobre todo porque el país vive en la inseguridad, el desempleo y la pobreza, pero no por eso incurrimos en faltas contra su integridad o la de su familia, ni ofendemos al pueblo, o iremos más allá de lo que permita la ley.
Son los representantes populares, los primeros que deben señalar a los adversarios, pero sin desnudarse frente a las cámaras, ni haciendo el ridículo en la máxima tribuna del país, sino con los argumentos más certeros y la oratoria más fina, de modo que sus representados, vean que a quien eligieron en una elección está a la altura de las exigencias y los representa con integridad, sabiduría y talento.
En un país en el que está garantizada la libertad de pensamiento, y de la expresión, el pueblo debe hacerla valer sabiendo que su ley lo asiste, y el gobernante ha de saber que señalar lo que no está haciendo bien no es por desear mala suerte en su administración sino porque las acciones que ejerce llegan a afectar y dañar a sus iguales.
El mundo no necesita más divisiones, ni más bocas que blasfemen o ataquen, sino más oídos que escuchen, mentes que piensen con madurez y sensatez, hasta comprender que nadie tenemos la verdad absoluta, ni la razón pura o total, sino que todo abona, y cada opinión cuenta. Evitemos la descalificación y garanticemos que la emisión de las ideas sea libre, porque en efecto es libre la libertad de pensar.
El pensamiento que ofende, o las expresiones burdas mal pensadas o analizadas, lo único que dejan claro es la ignorancia y el analfabetismo de quienes lo hace, pues nunca se tomara como argumento válido el que deja a un lado la verdad para regirse con la falsedad.