La joven que podría cambiar el destino de las mujeres de una comunidad indígena

En la fotografía aparece una mujer joven con el traje tradicional de Chamula, pero con un birrete en la cabeza y una estola rodeando su cuello. Está acompañada de un hombre y una mujer  de la tercera edad, quien también lleva puesto la ropa tradicional. La fotografía fue tomada afuera de la biblioteca central de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach) el día en que Maximiliana Santis Pérez, originaria del paraje de Bachén, municipio de Chamula, se graduó de arquitecta.

“Nunca pensé que cambiar sólo la foto de mi portada en Facebook fuera a traer todo esto” dice la joven profesionista, quien confiesa que ya está un poco cansada de las entrevistas y sobre todo de algunas afirmaciones que se han hecho en los medios que no son ciertas.

“Jamás dije que me iban a vender creo que se malinterpretó esa parte” aclaró la arquitecta, quien está apenada que ese tipo de afirmaciones la lleguen a conocer sus padres. Pero en su comunidad, que se encuentra ubicada a 40 minutos de la cabecera municipal de Chamula, no hay señal de televisión y tampoco de radio así que confía en ello para que pueda hablar con su familia antes de que se enteren por otra parte de lo sucedido.

En Bachén como el resto de parajes de Chamula se acostumbra “vender” a las mujeres para que contraigan matrimonio. Las posibles parejas tienen que pagar entre 10 y 15 mil pesos cuando ya fueron novios con la joven y de 30 a 60 mil pesos cuando ni siquiera han hablado. Los padres de Maximiliana no intentaron nunca venderla, pero ella misma dice que ese es el destino de la mayoría de las mujeres de su comunidad.

Maximiliana Santis Pérez tiene 25 años. El mes pasado se graduó de arquitecta de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach). Un día antes de que recibiera sus documentos consiguió empleo en una conocida constructora en la capital del estado. No es la primera de su familia que se gradúa de una carrera universitaria, su hermano mayor es ingeniero civil, pero él al contrario de ella, sí recibió el apoyo de sus padres para estudiar.

La historia de vida de Maximiliana se hizo  viral porque son pocas las posibilidades de que una mujer indígena se gradué y más de una carrera como arquitectura –por lo costosa que resulta aun estudiando en una escuela pública-. Llegó a recibir sus papeles con su traje tradicional de Chamula.

“Fue difícil convencer a mis padres que vinieran a mi graduación y yo sabía que mi mamá se iba a sentir mal cuando viera que sólo ella andaba vestida con nuestra ropa por eso también me la puse, para acompañarla, para que no se sintiera solita” cuenta la arquitecta y su explicación parece ser mucho más amorosa y significativa que pensar que lo hizo por una cuestión de identidad con su pueblo.

OTROS DESTINOS SON POSIBLES

Llegó a San Cristóbal de las Casas sin hablar español y así entró a la secundaria. Pagó sus estudios y su estancia en la ciudad empleándose como trabajadora del hogar y también como mesera en una cenaduría. Todas las discriminaciones y abusos que se puedan imaginar que pudo haber pasado como mujer indígena, las padeció.

La palabra “resiliencia” se entiende a plenitud cuando se conversa con ella, cuenta todo lo que le sucedió desde los 13 años que se salió de su paraje después de un conflicto con su padre, que se negaba a que continuara sus estudios de secundaria. Cuando platica no lo hace de manera triste, la mayor parte del tiempo sonríe, reflexiona sobre lo sucedido y lo resignifica.

Al terminar la secundaria decidió migrar hacía Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas para estudiar la preparatoria, en donde conoció a Helianeth González, quien fue su profesora. Ella le ofreció trabajo, comida, alojamiento y la posibilidad de continuar sus estudios.

Maximiliana tenía pactado con sus amigas de su comunidad que iban a seguir estudiando. Regresó por ellas al terminar la preparatoria. Tenía la oportunidad de conseguirles un trabajo mientras seguían estudiando, pero ellas prefirieron esperar a que se cumpliera la promesa de un gobernante que les aseguró que se construiría una preparatoria cerca de Bachén, pero hasta ahora no se ha puesto ni la primera piedra de esa escuela.

A las que se trajo fue a sus  dos hermanas menores, quienes ya se encuentran estudiando y trabajando en Tuxtla Gutiérrez. Una de ellas ingresará a la Facultad de Administración y Contaduría de la Unach y la menor continúa en la preparatoria.

Aunque ya contaba con el apoyo de su maestra de preparatoria, la universidad tampoco fue fácil para “Maxi” –así le dicen sus amigos-. La carrera fue costosa y pesada. “Me desvelaba mucho y hay algunas cosas que te piden, pero no te las enseñan ahí como a usar los programas de la computadora para diseñar”. En todos los años en la escuela no fue beneficiaria de ningún programa del gobierno federal o estatal. La Unach  sólo la apoyó con una beca alimenticia cuando llegó a sexto semestre de la licenciatura y la posibilidad de ya no pagar las reinscripciones.

Maximiliana no termina de ser consciente que no sólo cambió su vida, sino también la de sus hermanas menores y de las mujeres de su comunidad. Ella es la primera mujer que se gradúa en todo el pueblo. Aunque hay quienes siguen cuestionando que haya salido de su casa para continuar sus estudios, para la mayoría es ejemplo de que otros destinos son posibles.

Es también el ejemplo de que se necesitan más acciones de los diferentes niveles de gobierno y de la propia sociedad para que esos otros destinos para las mujeres indígenas sean una realidad.