I have a dream
I have a dream
Arena suelta
Por Tayde González Arias
Corría el mes de agosto del año de 1963, cuando se escuchó aquel discurso en la voz de Martin Luther King Jr, al que tituló, I have a dream, o, yo tengo un sueño, en el que hacía referencia a su deseo por ver a las personas de tez blanca y de color convivir en armonía entre iguales. Tras 54 años de aquel emotivo e histórico mensaje, vale la pena reflexionar si esas diferencias se han acabado o sólo se han intercalado para seguir presentes entre la humanidad.
Si bien es cierto que la frase divide et impera, divide ut imperes, divide ut regnes o divide y vencerás ha servido en la política para lograr los fines malos y buenos que se persiguen, hay muy poco o nada positivo en separar a las personas, una vez que como versa la otra frase de origen holandés; concordia res parvae crescunt, o las cosas pequeñas florecen en la concordia o la unión hace la fuerza, es mucho más humana y proclive a la buena vida estar aliados que tener que tomar un bando como lo hacen las manadas de perros, hienas u otros animales que viven bajo la ley del más fuerte.
Algunos creemos que como alguna vez lo creyó y lo dijo Luther King, es posible la vida en
armonía. No donde cada uno haga su vida, sino en un entorno en el que todos nos interesemos por el otro y apoyemos al necesitado sin que pida nuestra ayuda, que acudamos al llamado del sediento y el hambriento sin que tengamos que esperar a que nos extiendan las palmas de sus manos.
La humanidad no debe ser inconsciente ni ciega o sorda frente al que sufre, y tampoco puede seguir haciendo sentir al otro débil o vulnerable, antes ha de prestar su paño al que llora acompañado de palabras de ánimo, y permitir que su hombro sea punto de apoyo al que cojea, hasta que logre llegar a su morada o valerse por sí sólo.
Aunque son muchos los que viven obstinados en dividirnos, no demos tregua ni cedamos espacio a esos incautos que hablan porque tienen boca y con sus filosas palabras, hablan pestes de uno, antes mejor, permitamos que el tiempo haga su trabajo, y que el karma les alcance, de tal suerte que, sin desearles el mal, la vida les cobre el mal que han hecho o han querido hacer.
Considerando que cada uno damos lo que tenemos, llenemos de amor y demás afectos a los que nos rodean, de tal suerte que la miel de la bondad sea tanta que los amargados pierdan su desagradable sabor, y los agrios, se tornen al mundo de los buenos.
Somos más los que creemos en un mundo posible, sin violencia, en el que no tengamos miedo de las malas personas que no se tientan el corazón para dañar, de esos que han dejado de ser humanos para convertirse en simples seres vivos que no respetan al género del que son parte, haciéndose inmerecedores de la palabra persona.
Si bien es cierto que tienen cierta razón en sus teorías y argumentos los que comentan que para que exista el bien debe existir el mal, también cobra valor considerar de qué lado queremos estar, de donde se gana la vida fácil, pero corrompiendo, o viviendo al día, pero con certidumbre de la dignidad cumplida.
Ni chairos, ni fifís, ni en pobres y ricos, ni gordos o flacos e incluso enfermos y sanos, valen ser cuestiones de divisiones al ser todos proclives, de tener libre determinación y decidir optar por la convivencia pacífica y el bien común, en donde lo único que nos una sea el sendero de la justicia.
La conciencia de la vida en sociedad debe volver al civismo actual, en donde se comprenda que el valor del sujeto está en su vida personal y la que hace con y entre los otros, respetando la diferencias y adaptando lo bueno y cambiando constantemente los defectos o las malas actitudes. Nacimos corderos y nos enseñaron a ser lobos, pero ni el lobo actúa como en la actualidad actúan algunos que se siguen llamando seres humanos.
Que no acabe el sueño de los justos, de ser todos para uno y uno para todos, que se acabe la división y la inconsciencia, que se deje de golpear al ser humano por el ser humanos y que triunfe la solidaridad, la razón y sobre todo que no muera el hombre que nació bueno, pero lo hicieron malo.