EL AMOR ES DE DIOS; PORQUE DIOS ES AMOR

EL AMOR ES DE DIOS; PORQUE DIOS ES AMOR

COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

(Quien no se estima o no se deja dignarse, ha perdido su propio sentido existencial, al no observarse en la contemplativa de los latidos, ni mostrarse conforme a los pulsos de la poesía, porque Dios es pausa de amor y continuidad de vida. En esto se reveló la pasión omnipotente, en que el Poder Celestial legó al mundo a su Unigénito, para que cohabitemos en su auténtica palabra y habitemos con nuestra historia, a los pies de quien nos amó, entregándose a sí mismo por nosotros).

I.- ESTO NOS ADVIERTE JESÚS:

QUE NOS AMEMOS ENTRE SÍ

Florecemos como hijos del amor,

en un desvivirse que nos aviene,

sucesores de la beatífica palabra.

Bajo esta influencia somos rama,

pues nada soy sin el árbol divino.

Necesitamos unirnos y reunirnos,

sentirnos acompañados entre sí,

hallarnos queridos y querernos;

pobre del que no ama ni se ama,

no conoce a Dios ni se reconoce.

El apego se sustenta en perdurar,

en permanecer devotos al enlace,

y en perseverar al lado de Cristo;

que está a la puerta del corazón,

a la espera de que se la abramos.

II.- ESTO NOS INDICA JESÚS:

QUE SIGAMOS EN SU AMOR

Igual que el Padre ama a su Hijo,

el Hijo así nos estima a nosotros.

Cumpliendo los preceptos santos,

germina el gozo y florece el bien,

la alegría de sentirse enamorado.

Cautivarse de las reglas celestes,

es mirar con buenos ojos la vida,

deshacerse y hacerse a su ruego,

que no es otro que el purificarse,

siguiendo los pasos del Salvador.

Para nutrir este cometido humano,

hay que dejarse ceñir por la cruz,

abandonarse a su instruido obrar:

la de atraer a nuestros contrarios,

y pedir por los que nos persiguen.

III.- ESTO NOS DICE JESÚS:

QUE AMAR ES SIGNO DEL REINO

En la Última Cena el Crucificado,

clama mientras proclama el amor,

como la clave del Reino celestial,

símbolo de la grandeza amorosa,

de estar cerca de los que le citan.

El Señor está empeñado en crear

y en cimentar el furor del querer,

que es la savia del alma piadosa,

dispuesta siempre a enmendarse,

con el tacto sobrenatural de la fe.

Así los que lo rebuscan, lo hallan;

los que se duermen, los despierta;

los que le nombran, les responde;

los que le reverencian, los realza;

por ser humanitarios y generosos.

Víctor CORCOBA HERRERO corcoba@telefonica.net

04 de mayo de 2024