Dar el brazo a torcer
Dar el brazo a torcer
Arena suelta
Por Tayde González Arias
Ceder es esa acción de permitir que aquello o aquél pase o transcurra sin miramientos, se trata de ser permisibles y de aceptar que pase. Con frecuencia nos aferramos tanto a nuestras formas e ideas que nos cuesta mucho trabajo aceptar otras, nos envolvemos en llantos, cobardías y miedos, cuando no nos permitimos decir un – tienes razón, adelante, continúa, sigue el camino y que Dios te bendiga.
Hay obras que hacen suyo el tema en el que el hombre o la mujer no sólo cede derechos, sino que permite conductas, la situación realmente es identificar el momento en el que no tiene razón la terquedad, en donde ya no se puede hacer más. y si se ha dado todo o hecho lo suficiente, entonces permitir que otros lo hagan por nosotros, que quien tenga mayor maestría sea quien desarrolle aquello que nosotros no podemos hacer mejor.
No existe mejor ejemplo en éste tema que el que se vive en las calles, porque seguramente ha leído en donde dice- ceda el paso al peatón- indicando al automovilista que por mayor prisa que lleve debe
permitir en ese punto cruzar al transeúnte, y bajar velocidad, detenerse y esperar escrupulosamente a que se cumpla esta acción, en la que incluso en muchos lugares llega a ser sancionada de no aceptarse o respetarse.
Como el anterior caso encontramos muchos otros, y en las relaciones humanas es primordial saber que para que una relación funcione tiene que alguna parte ceder a atender al otro, de lo contrario se podría no sólo terminar con relaciones, sino hacer que la gente viva en rencor y con odio hacia los demás, lo que constituirá vivir con infelicidad, agobio o tristeza; estados en los que no vale la pena gastar la vida.
Cuando forzamos a que sucedan las cosas, o forzamos para que alguien cambie de opinión corremos el riesgo de que una vez regresando la razón a él o ella, se vuelva al punto de desacuerdo y probablemente tengamos que descocer lo que zurcimos, destejer lo que pudimos haber avanzado, lo que hubieras evitado de haber cedido a la negociación, al buen fin, la buena causa y la mejor decisión. Si no paso así siempre es bueno el momento para recomenzar.
Teniendo en cuenta que en las grandes guerras mundiales, los imperios cedieron tierras, entregaron cuanto pudieron, recibieron cuanto creyeron merecer y exigieron lo que ponderaron suficiente, mientras otras naciones por no entregar más vidas o llegar a la extinción se doblegaron al poderoso, ergo en la actualidad, por negarse a la razón muchos países en el mundo continúan estos conflictos y se niegan a ceder, momento ha de ser que con este panorama cuando menos cada uno y cada una de nosotros como hombres o mujeres, identifiquemos nuestros alcances y demos como se dice coloquialmente “nuestro brazo a torcer”, pues no es bajo ninguna circunstancia, malo entregar y dejar pasar, si la vida está por delante o se pone en riesgo cualquier manera en la que se pueda bien vivir es y será siempre mejor y bienvenida.
No se tiene que pensar igual, sino respetar de la misma manera, es decir puede que no ceda a tus intenciones o pretensiones, pero sí al respeto de que permite que pienses diferente a mí y por lo tanto caemos en la conclusión de que la vida es eso, un cúmulo de colores y formas de pensar diferentes que harán que seamos la pluralidad que el mundo democrático necesita.
Para aprender a ceder, no es que deba existir una materia en la escuela en algún nivel educativo que te enseñe, lo que le corresponde a éste asunto en la vida, pero la mera experiencia demuestra que no contar la verdad trae consecuencias, tomar lo ajeno es penado o dañar y no esperar enojo es similar a que te digan que no sigas cultivando más sandías porque todo el mundo está sembrando lo mismo, y hay cosechas que tienen mejor sabor y tamaño, lo que hará que tu bolsillo salvo encontrar un ciego, tenga las ganancias elevadas. Hay que ceder para no afectar, y hay que hacerlo sin que sea notorio.
No debemos aferrarnos a nada, y nadie, que no sea lo bueno, lo sano, lo disfrutable hay que ceder a lo nuevo, hay que abrir la mente a la posibilidad, no existe toda la razón, ni todo el conocimiento en una sola cabeza, por lo tanto, estamos a expensas de equivocarnos y frente eso, aunque queramos ir por el sendero más corto, escuchemos la propuesta que podría presentar el largo sendero si hemos de darle gozo a la mirada, sabor a la boca y alegría a la vida.