Ángelus: Estar preparados para el encuentro con Jesús

NOVIEMBRE 08, 2020 12:27RAQUEL ANILLOANGELUS

(zenit – 8 nov. 2020).- “¡Conviértete hoy! ¡Cambia tu vida hoy!” Sin postergar al “mañana”, exhortaba el Papa
Francisco en el Ángelus de este domingo 8 de noviembre de 2020: “Si queremos estar preparados para el último
encuentro con el Señor, debemos de ahora en adelante cooperar con Él y lograr el buen comportamiento”.

Desde la Plaza de San Pedro en el Vaticano, el Papa sugirió no absolutizar el presente, actuando “como si no
tuviéramos que irnos para la otra vida”: “cuando solo miramos el presente, perdemos el sentido de la espera, que es
tan hermosa, que es tan necesaria, y que nos saca de las contradicciones del momento… Y entonces sólo nos
preocupa poseer, destacar, tener una buena colocación… Y cada vez más”.

Pero, advirtió, “si nos dejamos guiar por lo que nos parece más atractivo, por lo que nos agrada, por la búsqueda de
nuestros intereses, nuestra vida se vuelve estéril”.

A continuación, siguen las palabras de Francisco, según la traducción oficial ofrecida por la Oficina de Prensa de la
Santa Sede.

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Palabras antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasaje evangélico de este domingo (Mt 25,1-13) nos invita a continuar la reflexión sobre la vida eterna que iniciamos
con motivo de la Fiesta de Todos los Santos y la Conmemoración de los fieles difuntos. Jesús narra la parábola de las
diez vírgenes invitadas a una fiesta de bodas, símbolo del Reino de los cielos.

En tiempos de Jesús existía la costumbre de que las bodas se celebraran de noche; por lo tanto, el cortejo de los
invitados debía llevar lámparas encendidas. Algunas damas de honor son necias: toman las lámparas, pero no llevan
consigo el aceite; las prudentes, en cambio, junto con las lámparas también llevan el aceite. El novio tarda, tarda en
llegar y todas se adormentan. Cuando una voz advierte que el novio está llegando, las necias, en ese momento, se dan
cuenta de que no tienen aceite para sus lámparas; se lo piden a las prudentes, que responden que no pueden darlo,
porque no sería suficiente para todas. Mientras las necias van a comprar aceite, llega el novio. Las muchachas
prudentes entran con él en el salón del banquete y se cierra la puerta. Las otras llegan demasiado tarde y son
rechazadas.

Está claro que con esta parábola Jesús quiere decirnos que debemos estar preparados para el encuentro con Él. No
solo para el encuentro final, sino también para los pequeños y grandes encuentros de cada día en vista de ese
encuentro, para el cual no basta la lámpara de la fe, también se necesita el aceite de la caridad y de las buenas obras.
La fe que verdaderamente nos une a Jesús es la que, como dice el apóstol Pablo, “actúa por la caridad” (Ga 5, 6). Ser
sabios y prudentes significa no esperar hasta el último momento para corresponder a la gracia de Dios, sino hacerlo
activamente de inmediato, empezar ahora. “Yo … sí, luego me convertiré” — “¡Conviértete hoy! ¡Cambia tu vida hoy!”
— “Sí, sí: mañana”. Y lo mismo dice mañana, y así nunca llegará. ¡Hoy! Si queremos estar preparados para el último
encuentro con el Señor, debemos cooperar con él a partir de ahora y realizar buenas acciones inspiradas en su amor.

Sabemos que, lamentablemente, sucede que nos olvidamos de la meta de nuestra vida, es decir, la cita definitiva con
Dios, perdiendo así el sentido de la espera y absolutizando el presente. Cuando uno absolutiza el presente, solo mira
el presente, pierde el sentido de la espera, que es tan hermoso y tan necesario, y también nos saca de las
contradicciones del momento. Esta actitud —cuando se pierde el sentido de la espera— excluye cualquier perspectiva
del más allá: hacemos todo como si nunca tuviéramos que partir para la otra vida. Y entonces sólo nos preocupa
poseer, destacar, tener una buena colocación… Y cada vez más. Si nos dejamos guiar por lo que nos parece más
atractivo, por lo que me gusta, por la búsqueda de nuestros intereses, nuestra vida se vuelve estéril; no acumulamos
ninguna reserva de aceite para nuestra lámpara, y se apagará antes del encuentro con el Señor. Debemos vivir el hoy,
pero el hoy que va hacia el mañana, hacia ese encuentro, el hoy lleno de esperanza. Si, por el contrario, estamos
atentos y hacemos el bien correspondiendo a la gracia de Dios, podemos esperar serenamente la llegada del novio. El
Señor también puede venir mientras dormimos: esto no nos preocupa, porque tenemos la reserva de aceite acumulada
con las buenas obras de cada día, acumulada con esa espera del Señor, que venga lo antes posible y que venga para
llevarme con Él.

Invoquemos la intercesión de María Santísima, para que nos ayude a vivir, como hizo ella, una fe activa: esta es la
lámpara luminosa con la que podemos atravesar la noche más allá de la muerte y alcanzar la gran fiesta de la vida.