«Abue Rojiblanco»

Autor: Víctor Hugo Hernández Cedillo.

Con el paso de los años supe que no había nadie en este mundo a quien le importara tanto el Club Guadalajara como a mi abuelo. Nunca falló su convicción por el equipo.

De niño, cuando yo iba los domingos a verlo en compañía de mis padres, sabía que debía llevar puesta la playera rojiblanca, porque de lo contrario, siempre me decía que el día que llegara a su casa sin ella, no me dejaría entrar.

Esto lo decía de broma por supuesto, pero yo sabía que en su mirada y en su expresión, siempre manifestaba ese amor propio por Chivas de una manera entrañable. Cuando me veía llegar, corría para saludarlo y él me abrazaba dándome un beso en la mejilla y después, le daba otro al escudo de mi playera. Mi abuelo siempre contaba la época gloriosa del Campeonísimo con ojos cristalinos, esto porque nos platicaba que fue duro el proceso de quitar aquella etiqueta del Chivas «ya merito».

Él era de los que decía que la única rivalidad y el único clásico era contra los amargos. A pesar de la poca vía de información y de la distancia entre Guadalajara y la Capital, en aquellos tiempos, él se contagiaba de ese clásico por lo que leía en los periódicos o por lo que escuchaba en la radio. En los 80’s cuando el equipo andaba mal, mi abuelo no fallaba en ver los partidos por la tele. Cuando yo por alguna razón le decía: “abue, vamos a perder otra vez”, él siempre tenía las palabras exactas para responder:

“No hijo, tú nunca debes desconfiar del equipo, aún en las malas. Estos mexicanos tienen más valor que todos los demás equipos, por eso no se atreven a jugar sin extranjeros”. Durante los partidos me decía que le dijera groserías a los rivales, que era muy aburrido ver un partido sin maldecir a los rivales, además, decía que nadie se enojaría. Esto a mí me parecía gracioso, aunque a mi madre no le agradaba tanto. En uno de sus cumpleaños se me olvidó darle su regalo. Ese día apenado le dije que me disculpara, y me dijo: “¿Acaso yo te pedí regalo? Yo lo que pedí como deseo, es que nunca dejes de visitarme en la casa para apoyar al equipo, y aquí estás…

Este es el mejor regalo que puedo recibir, Víctor, nunca lo olvides”. Puedo recordar muchas anécdotas tiernas con mi abuelo viendo los partidos de las Chivas, pero debo contar ahora también, que una vez, un domingo no fui porque según yo, estaba pasando la etapa de la adolescencia, y que mi “madurez” decía que para apoyar al equipo no se necesitaba ir a otro lado. Esa tarde del domingo, Chivas dio un juego espectacular contra el atlas, y yo me perdí la oportunidad de verlo con mi abuelo.

Tristemente la noche de ese domingo el abuelo murió de un paro al corazón. Su muerte fue fulminante para mí, cuando me enteré, lloré como un niño y no como el gran adolescente «maduro» que según yo me creía. Lloré hasta más no poder…

Cuando por fin volvíamos a la casa de mi abuela. Ella me abrazó fortísimo y me dijo: “tú fuiste el consentido de tu abuelo por irle a las Chivas, y horas antes de su trágica muerte, él te escribió una carta que te iba a dar el próximo domingo que vinieras, pero ten, te la doy ahora”.

Al recibirla, me temblaban las manos. No podía abrirla Pensé en ese momento que me haría sentir culpable por no haber ido ese domingo, o no sé. Era extraño tener en la mano la carta de alguien que la escribe y muere horas más tarde. Al llegar a la casa de mis padres, no salí de mi cuarto por horas. Cuando por fin me decidí a abrir la carta, las lágrimas desaparecieron después de leer el contenido. Leí algo que nunca olvidaré…

Entre palabras más, palabras menos. Solo les puedo decir que mi abuelo se fue en paz por haber sembrado en mi corazón una semilla Rojiblanca la cual siempre hará defender estos colores. Me dijo que ese domingo estuvo bien que no haya ido, porque él ya se sentía muy cansado, y solo tenía ganas de dormir. Su carta más que despedida, era una carta de eterno agradecimiento por todas aquellas tardes de Domingo donde juntos compartíamos la felicidad y el mismo sentimiento por Chivas…

¡Te amo abuelo, te amo Chivas!