«Cuento de Navidad» Autor: Víctor Hugo Hernández Cedillo.
Les dejo aquí este cuento futbolero basado en la obra de Charles Dickens y el de su personaje: ‘Ebenezer Scrooge’, adaptada para Emilio Azcárraga, mejor conocido como ‘Emiliezer Scaraaga’.
Emiliezer Scaraaga era el dueño de una televisora y de un Club de fútbol que le heredó su padre poco antes de morir. Scaraaga era una persona poco mayor y sin amigos. Él vivía en su mundo fashion. Nada le agradaba, mucho menos la Navidad, ni la Honestidad. Algunos decían que era corrupto. Tenía una rutina donde hacía lo mismo cada torneo: intentar sobornar a la Femexfut y a la Comisión de Arbitraje. Sólo lo respetaban por su dinero, más no por su personalidad, ni escrúpulos.
Era víspera de Navidad, todo el mundo estaba ocupado comprando regalos, adornando sus casas y preparando la cena de Navidad. Scaraaga estaba en su oficina con la puerta cerrada y sin ganas de ver a sus empleados. Recibía muchos correos electrónicos y mensajes de Twitter por parte de los seguidores de su equipo, pero este los ignoraba. Todo el día le pedía a sus súbditos, que transmitieran películas del Chanfle para enajenar a su afición. Exigía que en sus programas de revista, en sus reality shows, en sus talk shows y en sus spots televisivos, todos sus empleados usaran la playera amarilla, para así buscar un poco más de seguidores, de simpatía y de afecto para su equipo. Un día, recibió una carta del Club más grande de México: El Guadalajara. Chivas, educadamente le escribió para agradecerle por sus servicios y para decirle que era momento de que un equipo de la magnitud de Chivas tuviera su propia televisora, -pero no de chismes, ni de amarillismo-, sino de puro Fútbol Rojiblanco: «Chivas TV». La noticia le desagradó tanto que «tuvo el valor, le valió» y se puso a despedir a media empresa, entre ellos, a sus trabajadores amarillos de corazón. Despidió a sus conductores, a sus narradores, a sus actores y actrices estrellas. Tanto le afectó. Que sin Chivas, no tenía la misma solvencia económica, ya no le alcanzaba para nada…, incluso en el aniversario de su club, sólo pudo comprarles un pastelito. Sus allegados dicen que no fue por dinero, sino por tacaño.
Scaraaga vivía en una casa enorme y lujosa, pero fría y sin gracia como él. Una noche de diciembre, estaba en su recámara viendo «La Rosa de Guadalupe y la señorita Laura», justo cuando ya estaba a punto de cerrar sus ojitos chistosos, pasó algo muy raro: un fantasma se le apareció, no había duda de quién era ese espectro, no lo podía confundir. Era un ex directivo de Chivas: Salvador Martínez Garza. El espectro de Don Salvador le dijo que estaba ahí para hacerlo reflexionar y recapacitar de cómo vivía, para quitarle la terquedad de hacer campeón a su equipo amarillo a costa de lo que sea, pero sobre todo, para enseñarle como hacer grande a un Equipo de fútbol, tal como las ‘Súper Chivas’, sin necesidad de televisión, ni de árbitros. Así que le dijo que en las siguientes tres noches, vendría un espíritu diferente a visitarlo…
En la primera noche, el primer espíritu llegó. Era el espíritu de las amargas navidades pasadas. Este lo llevo al estadio Jalisco, lugar donde las Chivas crecieron y donde actualmente, la afición no vive de copas, sino de la pasión y el triunfo en las tribunas. Le enseñó el valor de fidelidad, donde pasan los días y sus jugadores no salen campeones y sin embargo, pocos siguen ahí… a pesar de toda su amargura, «intentan» sonreír, ser felices y dejar de ser amargados…
A la segunda noche, él esperaba al segundo espíritu. Al llegar, este espíritu parecía chocarrero, porque se creía más un tigre, que lo que era, un simple y lindo gatito… Hubo una luz muy grande que provenía del otro cuarto. Scarraga entró atravesando las paredes. En el cuarto pequeño, había una mesa llena de carnes asadas. El espíritu felino de las navidades presentes, le había preparado un asado. Después del festín, ambos se transportaron al estadio universitario, donde se veía mucha algarabía: gente festejando sólo seis copas, pero bien ganadas, decían. Este espíritu, le enseñó que más valía ser feliz, con pocas copas bien ganadas y sin trampas, que muchas y aguantar mentadas. Scarraga observó que la afición felina estaba contenta, a pesar de que la celebración no fuera en todo México, sino sólo en un Estado, y que a pesar de ser la mitad de copas que tenía Chivas, aun así eran felices… Después de esto, lo regresó a su cuarto.
A la noche siguiente, esperaba al último espíritu. Este era tan oscuro y tan mafioso que nunca le pudo ver el rostro. Era el espíritu amarillo de las navidades falsas. Este espíritu le mostró las calles donde sus televidentes no tenían el ‘valor y les valía’ de andar como cleptómanos con los transeúntes. Todos parecían como zombies, no daban argumentos sólo repetían una y otra vez que los ‘odiaran’. Scaraaga no daba crédito de lo que veía y escuchaba. Eran como pequeñas creaciones gracias a su televisora. No podía creer que aún en época navideña, pidieran ‘odio’. Después de tal decepción, lo llevó al estadio azteca, donde se reunían unas personas presumiendo una copa que no era oficial. En medio de la cancha había un zombie acostado entre cuatro velas, este era muy monstruoso, pero venerado, porque todos los asistentes le llevaban regalos, como copas de chocolate envueltas en un moño rojo. Se acercaron al centro de la cancha para ver más de cerca y lo que parecía ser el zombie antes mencionado, era el cadáver del hombre que había sido corrupto toda su vida… Estaba en su cama tapado con una sabana, y al final, Scaraaga le descubrió la cara y quien era el señor que había muerto… Era él mismo, Emiliezer Scaraaga…
A la mañana siguiente cuando él despertó, se dio cuenta que todo había sido real y que ese día era Navidad. Se despertó con mucha alegría y decidió cambiar. Le dijo a uno de sus trabajadores, que iba a regresar las copas que se habían adjudicado sin méritos propios. Vio a uno de sus seguidores y le pidió que ya no viera televisión, que mejor se pusiera a leer. Habló con toda su afición y les pidió que fueran como la afición Rojiblanca, que ellos tenían más méritos de ser los Más Grandes, porque sus 12 copas jamás han estado en temas polémicos. Sólo en temas de ardidos, pero que tenían más valor por haberlas conseguido con puro talento Mexicano. Mandó a comprar con dinero lícito, un gran pastel que le debía a sus jugadores por su centenario. Salió con sus mejores galas, no usó la sudadera amarilla. Iba muy feliz porque podía cambiar. Se dirigió a su oficina, devolvió como seis copas a la Federación y la Comisión de Árbitros a su vez, le regresó el dinero invertido en ellas. Con ese capital, contrató a toda la gente que despidió. Ya no organizaba teletones para evadir impuestos. Quitó de su programación al Chanfle y a la Rosa de Guadalupe, sólo se quedó con la película de «Mi pobre angelito». Estuvo con sus seguidores pasándosela muy bien. Ya no le daba coraje ver a Chivas TV. A su afición les prohibió que pidieran ‘odio’.
Después de esas tres noches, él se convirtió en un buen hombre. El mundo entero perdió esa bonita costumbre de mentarle la madre a su equipo, pero continuó con la costumbre de dar y recibir amor, en vísperas de Navidad. Emiliezer Scaraaga supo desde entonces, que el valor de ganar una Copa se fundamenta en el Talento Nacional y no en el Dinero. Que el amor a un equipo es natural, no se compra.
Scaraaga se volvió hombre de bien, porque sabía que el fantasma que le enseñó como hacer a un Equipo Grande, había sido el Espíritu Rojiblanco de las Navidades Eternas…
Fin.
Twitter: @Vichhc