P. Ángel Espino García. Contemplando la Creación: LA VIRGEN DE GUADALUPE, JUAN DIEGO Y MÉXICO (15)
P. Ángel Espino García
1.- En el año 302 de nuestra era, el emperador romano Diocleciano ordenó la persecución de los cristianos, igual que
Nerón. Un niño llamado Tarsicio asistía a la Santa Misa en las catacumbas de San Calixto. Al final de la Eucaristía
Tarsicio se ofreció para llevar la Comunión a los presos cristianos. El niño llevaba oculto junto a su pecho los Santos
Misterios. Pero cuando caminaba por las calles de Roma, unos muchachos le quisieron arrebatar el Pan Sagrado y
lo golpearon con odio hasta dejarlo gravemente herido, pero Tarsicio no soltó las Hostias Consagradas. De forma
providencial llegó un soldado cristiano de nombre Cuadrado, liberó al niño, lo tomó en sus brazos y lo llevó a las
catacumbas donde lo entregó a la comunidad cristiana. Tarsicio, herido de muerte pero contento, entregó al Papa los
Santos Misterios y murió demostrando su fe hasta el martirio.
2.- ASÍ EN LA VIDA.- Dios nos trajo al mundo para conocer, amar y servir a Dios, además de servir al prójimo. No
vinimos para ser ricos, ni famosos ni poderosos. Por tanto: toma tiempo para jugar, correr o caminar, es el secreto
de la salud. Toma tiempo para amar y ser amado, es el privilegio que Dios nos da. Toma tiempo para leer, es la
fuente de la sabiduría. Toma tiempo para ser amable, es la fuente de la felicidad. Toma tiempo para trabajar, es la
fuente del éxito. Toma tiempo para orar, es el camino para ser amigo de Dios. Toma tiempo para practicar la caridad,
es el camino más corto para llegar al cielo.
3.- MARÍA ES REFUGIO Y ESPERANZA.- María es la nave feliz que nos trajo la Luz del mundo para darnos la gracia.
Todos los que en este mar borrascoso no se refugien en esta nave de salvación, pueden naufragar. Cristo es el
Dueño del barco y María es la Administradora.
4.- LA PRIMERA APARICIÓN.- El sábado 9 de diciembre de 1531, cuando Juan Diego se acercaba al Cerro del
Tepeyac para ir al catecismo, allí donde estaban las ruinas del ya olvidado templo pagano dedicado a la diosa
Tonantzin, el indito se detuvo a escuchar unos cánticos muy hermosos. Era una música real muy sorprendente, de
voces encantadoras, como de un gran coro de pájaros con aire de dulzura. Juan Diego estaba atónito y al subir un
poco para ver qué era, observó una blanca nube resplandeciente, adornada con un arcoíris formado por muchos
rayos de luces de colores que salían de aquella nube. De pronto se detuvo la melodía sin dejar eco, y escuchó que
alguien le llamaba por su nombre desde la bruma que cubría el lugar. Era la voz dulce de una mujer muy hermosa
que le decía: “Juanito, Juan Dieguito”. El indito caminó hacia la cumbre, sin miedo y con calma, unos 39 metros y de
pronto se encontró cara a cara con la Mujer que era de una belleza extraordinaria. Su vestido brillaba como el sol y el
resplandor se reflejaba en las rocas, arbustos y nopales en una gama de colores. Era muy joven, como de 14 años y
le decía a Juan que se acercara, pero él dudaba. Se arrodilló con respeto, dispuesto a escuchar el mensaje que traía
la Reina del cielo y de la tierra para todos los mexicanos. ¡Salvemos lo verde!