TAYDE GONZÁLEZ ARIAS. ARENA SUELTA: LADRAN
Para muchos es difícil ver o encontrar errores en lo que hacemos, y debido a la poca autocritica con la que llegamos a contar, es más fácil descalificar lo de los demás, ya sea respecto a algún aspecto físico o bien por el desempeño laboral, de modo que a las primera de cuentas se muestra el cobre cuando hay que referirse a las acciones, o actividades de los demás, pues cuando se nos pregunta (o aún sin que se pregunte), se despotrica contra los otros.
Aunque por fortuna, aún existen algunas personas que prefieren abundar en la calidad humana, y la profesionalización de sus labores, sin mostrar interés superior a lo que realizan otras gentes, sino por el contrario siempre indagando como ser mejores, y de qué suerte se podría mejorar en la supremacía del actuar particular o la de sus productos, son los más, desafortunadamente, los que señalan y malamente critican a los demás.
Para muchos es más fácil criticar a los demás, porque hacerlo uno mismo, sería muestra de madurez, sensatez y hasta sabiduría, pero debido a que el camino al logro de éstas tres cualidades de un ser humano compasivo, exigirían de una basta cultura o una experiencia grata de vida, y a que no todos han decidido aún, beber y comer buenos principios, es que se llegan a llenar la boca algunos impíos para hablar cosas que desprestigian al otro.
Se imagina usted, cómo sería el mundo si nos respetáramos unos a otros, reconociendo que cada esfuerzo que hace cada uno tiene valor por sí mismo, y que no somos nadie, en absoluto, para opinar si algo está bien, o mal de alguien más, sino que sólo somos responsables de nosotros mismos y nuestras acciones, y de igual forma los otros, que si alguien quiere cerciorarse de alguna cosa , llega y pregunta y entonces se contesta, con prudencia, y respeto, pero que no se hable mal de alguien, o algo, sólo por afectar, por ganar un cliente, o por hacer quedar mal.
En acciones tan sencillas como ésta, me atrevo a decir, que existe la posibilidad de la civilidad personal y social. Al reconocerme yo, y mis debilidades, con las posibilidades para ser mejor, frente al respeto a los esfuerzos de los demás, y las acciones que cada uno emprendemos para ser mejores, es que encuentro, el origen de la humanidad o el desarrollo interno, porque se comienza a vivir en paz desde nosotros, sin buscar la guerra con armas o palabras, con los demás.
El enunciado; Vemos la paja en el ojo ajeno, y no vemos la viga en el nuestro, citado en el famoso Hidalgo, Don El Quijote de la Mancha, como El que vee [sic] la mota en el ojo ajeno, vea la viga en el suyo, y desde luego también en las Sagradas Escrituras, en San Mateo 7, 3-5; y San Lucas 6, 41, claramente dejan ver como es que con mucha facilidad nos damos cuenta de los defectos ajenos, cuando los nuestros pueden ser mayores. Por lo que antes de abrir la boca o usar la mano para decir o escribir mal de alguien o sus cosas, debemos saber que otros lo pueden hacer contra nosotros y no nos agradará, y que tenemos más que resolver nosotros mismos y lo que hacemos, como para andar perdiendo el tiempo en lo de los demás.
¿Qué bueno, o qué positivo, nos podría traer vivir criticando a los otros o sus labores?, ninguna respuesta es aceptada, ni podría ser buena, una vez que ése tiempo que se piense en lo que se ven como defectos frente a lo ajeno, nos puede servir para que en lo nuestro se evite, se mejore y se supere, y aun así siempre se tendría posibilidad de elevar la calidad.
Vale la pena que hagamos una retrospectiva, una autoevaluación de lo que estamos haciendo bien, y lo que se podría hacer mejor, y no detenernos, ni perdernos en lo que corresponde a los demás hacer. Si nuestro trabajo esta bien hecho, no vamos a requerir más que esperar a que llegue la gente que por otras personas que nos recomendaron vienen a requerir de nuestros servicios, ni tampoco vamos a dejar de recibir buenas y sanas amistades, si nos hemos conducido con decoro y respeto hacia el prójimo y sus tareas.
Cuando seamos victimas de ataques, de esas personas que critican todo lo que hacemos, menos lo que ellas hacen mal, debemos dejar que el tiempo se encargue, y la razón llegue y nunca entrar en discusiones que no irán a ningún lado. El mundo ya esta lleno de guerras, como para que nosotros abonemos a pleitos, por dimes o diretes, por chismes de lavadero, o sencillamente porque es tal la envía de los de enfrente que creen que es mejor señalar que analizarse en su persona.
No debemos caer al nivel de los criticones, ni mancharnos con la mala entraña que en ellos habita, antes bien volvamos a recordar a Johann Wolfgang von Goethe, poeta alemán, que en 1808 publicó el poema Kläffer, ‘Ladran’ que decía: En busca de fortuna y de placeres. Más siempre atrás nos ladran, Ladran con fuerza… Quisieran los perros del potrero Por siempre acompañarnos Pero sus estridentes ladridos Sólo son señal de que cabalgamos