«Barras Rojiblancas» : Autor: Víctor Hugo Hernández Cedillo.
Hace algunos meses, existió una mala racha en un equipo, en la que pocos aficionados comenzaban a perder la fe. Sin embargo, durante ese mal periodo, existieron muchos grupos de animación, a quiénes no les importaba que hiciera frío o calor, que lloviera o que saliera el sol. De día a las doce o de noche a las siete o nueve, daba igual, ellos en todo momento y en cualquier situación estaban con el equipo. Viajaban, alentaban, cantaban y brincaban; sin prevalecer que estuvieran trabajando, estudiando o en su tiempo de ocio. Kilómetros más, kilómetros menos.
Ellos siempre estuvieron presentes.
Muchos de esos grupos o barras, saben y conocen aquél adagio del fútbol que dice:
«una persona puede cambiar de casa, de amigos, de trabajo, incluso puede cambiar de pareja, pero nunca…, jamás de equipo».
Esto, hoy lo ratifica la hinchada más grande de México: ‘La Afición Rojiblanca’.
Aquellas barras que sin importar nombres, sin división y sin lugar de origen, ya sea de cualquier ciudad o de diferentes estados, todas permanecieron ahí… pasando desde la larga sequía sin título, continuando por el borde del descenso y hasta llegar al Campeonato. ¡Y ojo…! Este artículo no tiene como meta hacer más grande al equipo, a su afición y a sus diferentes barras de lo que ya son; sólo intento reflejar un poco aquella parte humana que se queda fuera de los análisis deportivos al momento de hablar de fútbol. Se mencionaron los Campeonatos de Copa y el de Liga, se dijo de los jugadores y se habló del técnico; pero hizo falta mencionar -aunque no lo necesiten y ni les guste ser mencionados- a aquellos que no abandonan, que siguen por todo el país al equipo de sus amores… A esos que cantan con el corazón, que ponen el carnaval y el colorido, esos que animan la fiesta y que ensordecen las tribunas en los estadios. Esos que soplan a las trompetas y le pegan a los bombos generando sonidos que te hace estremecer… Esos que llevan tatuado el escudo de Chivas más que en la piel… en el corazón. Esos que se emborrachan de la pasión que sólo un equipo tan grande puede despertar…
En aquella última final, se demostró cómo más de 40 millones de almas rojiblancas se reducían al esfuerzo de once jugadores que en la cancha no ahorraron ni una sola gota de sudor y esfuerzo para lograr la doceava hazaña… Esposos, novios, hijos, padres, madres, hermanos, todos, absolutamente todos encomendados a un deseo… ver a su equipo Campeón.
Sin la tenacidad y la perseverancia de todas las barras rojiblancas, nada de aquella celebración habría sido posible. Nada de lo que digan los medios de comunicación, ni los envidiosos con sus ridículas dudas, harán cambiar la historia y tampoco harán sentir menos orgullosos a los hinchas rojiblancos. Esta historia que deja buenos recuerdos y muchas letras por escribir, es la que te hace sentir el arduo amor por la camiseta de un equipo de fútbol que mueve masas y al que sólo se le puede pedir que siempre salga campeón.
Tanta era la felicidad en esa final, que en la Minerva se veían los reflejos de la luz con los colores rojo y blanco, aquellas preciosas playeras rojiblancas iluminaban el cielo y sus destellos se veían desde muchos kilómetros a la redonda. En ese punto de festejo se concentraron todos los grupos de animación, sin problemas, sin rencores, sin violencia. Todas las barras unidas por un mismo fin, un mismo ideal, un mismo sentimiento… ver y estar con Chivas Campeón…
Gracias a todos los integrantes de las barras rojiblancas, a todas en general, que sin ellas y sin Chivas, jamás habría fiesta…
Sigan cantando, cómo sólo ustedes saben hacerlo…
Twitter: @Vichhc