P. Agustín Celis: El amor social, un valor único.
P. Agustín Celis.- La sociedad, vive el reto de poder relacionarse fraternalmente, poniendo como centro de esta convivencia social el amor. Las personas pueden desarrollar algunas actitudes que presentan como valores morales: fortaleza, sobriedad, laboriosidad y otras virtudes, pero sigue siendo un reto social el amor. Ahora, en este tiempo de la pandemia un gesto de amor, de fraternidad y de amistad debe ser uso del cubre bocas, guardar la sana distancia y usar las medidas necesarias de sanidad que nos han recomendado, siempre como un gesto de amor fraterno.
Pero para orientar adecuadamente los actos de las distintas virtudes morales, es necesario considerar también en qué medida estos realizan un dinamismo de apertura y unión hacia otras personas. Es importante ya que en muchos grupos sociales, además del valor o la virtud, también se integran las maneras propias de organización de ciertas comunidades, que fortalecen o debilitan dicho dinamismo.
Un dinamismo que encontramos en todas las civilizaciones humanas es la caridad, ese amor fraternal que se despliega muchas veces por el hecho de ser de una misma familia, de una cierta comunidad, de una clase social o de una nación. Sin embargo, la caridad trasciende aun estas fronteras, ya que hay expresiones de esa caridad fraterna mundialmente por un credo, por la fe.
Uno de los peligros es, vivir bajo la apariencia del amor, sólo apariencia de virtudes, que serán incapaces de construir la vida en común. Por ello decía santo Tomás de Aquino —citando a san Agustín— que la templanza de una persona avara ni siquiera es virtuosa. San Buenaventura, con otras palabras, explicaba que las otras virtudes, sin la caridad, estrictamente no cumplen con su objetivo.
La grandeza y el esplendor de una vida humana está marcada por el amor, que es el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana. Sin embargo, hay creyentes que piensan que su grandeza está en la imposición de sus ideologías al resto, o en la defensa violenta de la verdad, o en grandes demostraciones de fortaleza. Todos los creyentes necesitamos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar
Para precisar en qué consiste la experiencia de amar, podemos expresar que es como un movimiento que centra la atención en el otro, considerándolo como uno consigo mismo, es decir buscar su bien gratuitamente. Todo esto parte de un aprecio, de una valoración, que en definitiva es lo que está detrás de la palabra
“caridad”. El amor implica entonces algo más que una serie de acciones benéficas. Las acciones brotan de una unión que inclina más y más hacia el otro considerándolo valioso, digno, grato y bello, más allá de las apariencias físicas o morales. El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos.