Oscar Espinoza Villarreal: ¿Y después de todo esto, qué?
Es curioso que la economía se colapse, porque la gente consuma solo lo que necesita.
La frase que aparece como epígrafe, que alguien envió a un chat de whatsapp y cuya autoría desconozco, me parece que define de alguna manera lo que está sucediendo, ahora que la mayoría de la gente estamos en cuarentena sin salir de casa. La economía del mundo ya resiente los efectos de esta pandemia y la pregunta que sigue persiguiéndonos es, ¿y después de todo esto, qué? No es aventurado afirmar que casi nada seguirá siendo igual. Esta epidemia global afectará a toda la economía como la conocemos hasta el momento y acelerará algunos de los procesos de la Cuarta Revolución Industrial, mientras que, al mismo tiempo, demandará mayor atención a las desigualdades que generará y a las que se harán mucho más evidentes y lacerantes.
El diario El País describe el documental de 2020 «Automotive», presentado en el festival Berlinale. Éste relata la transformación radical de la industria alemana de automóviles en la que los trabajos de las personas desaparecen para dar lugar a los de las máquinas. Estos trabajadores quedaron fuera del mercado laboral, y según PwC para 2030 se espera que un tercio de los trabajos actuales también queden fuera de este mercado según PwC, cifra que es del 14% para la OCDE. La crisis del COVID- 19 puede acelerar este proceso, ya que las empresas más automatizadas son las que aún prosperan.
La crisis puede dejar a 40% de la población adulta fuera del mercado laboral por cuestiones de salud y a un porcentaje mayor por aislamiento voluntario, según un artículo de Wall Street Journal. Estos son trabajos que dejarán de realizarse. Pero aún si es un fenómeno aparentemente temporal, las previsiones de crecimiento económico globales del FMI esperan una caída de 3% en el PIB mundial. Así mismo, México enfrentará una caída de 6.6% y una tasa de desempleo de 5.3% en 2020, según estas cifras. La automatización de muchos trabajos significará que estas pérdidas de empleo no sean necesariamente temporales.
Al mismo tiempo, en algunos sectores y ramos de la industria, la productividad podría verse incrementada sensiblemente, no solo por esa «robotización» de los procesos de producción, sino por esa nueva forma de trabajo que, un poco a la fuerza, hemos tenido que probar todos. «¡Qué maravilla esto de las reuniones virtuales, compadre!, exclamó apenas hace unos días un querido amigo, refiriéndose a plataformas como Zoom, Hangouts o la misma de Telmex. Nada de perder horas en el tráfico o buscando un parquímetro.
En este orden de ideas, para Deloitte, la pandemia transformará toda la economía en un plazo de tres a cinco años. Habrá un mayor peso de las herramientas para el trabajo virtual y del aprendizaje en línea, pero a la vez un mayor riesgo de distanciamiento entre quienes adquieren nuevas habilidades y quienes no las actualizan. La profundización de las desigualdades, ahora quedará manifiesta en otros ámbitos.
Pero al mismo tiempo, si reaccionamos como sociedad como deberíamos, entonces podremos emprender reformas de gran calado, como las que propone en su libro Utopía para realistas, Rutger Bergman, y que ya hemos comentado en este espacio en más de una ocasión. La renta Básica Universal (RBU) o los impuestos a la productividad de los robots o el incremento sensible de tiempo libre para la gente, podrían ser parte de nuestra nueva realidad. Finalmente, no podemos ignorar que medidas como la RBU, están siendo de las más socorridas para aliviar el deterioro de los ingresos de millones de personas a consecuencia del COVID-19.
En sectores específicos la transformación llevará a una mayor adopción de la tecnología como las Fintech, la impresión en 3D y el comercio electrónico. Mientras que las empresas deberán realizar inversiones para fortalecer las cadenas de valor y autosuficiencia manufacturera. Por su parte, las tensiones comerciales continuarán, dificultando el consenso para una mayor libertad de comercio. Asimismo, esta crisis llevará a un esfuerzo de un mayor control del Estado sobre las empresas: una mayor vigilancia y una mayor presión de los países por obtener resultados de sus rescates financieros. Ello, a la par de los brotes autocráticos que ya se empiezan a perfilar en varias latitudes.
La automatización, al menos en el corto plazo no será completa. En un artículo para la sección «Retina» de El País, se describe cómo fábricas de celulares de marcas como Huawei, Xiaomi u Oppo en China están constantemente introduciendo innovaciones a sus productos. Pero en medio de la automatización para crearlos, los trabajadores humanos aún son indispensables en el proceso. La fabricación de un teléfono tarda dos horas y requiere el trabajo de 90 personas. Pero estos trabajos cada vez más se reducen a un papel de verificación, más que a un papel creativo en la fabricación.
Marc Vidal percibe este cambio desde un enfoque optimista. El paro de actividades por el COVID-19 debería alentar las inversiones en las nuevas tecnologías y no tanto en «parchar» la vieja economía. Las empresas, sobre todo en el sector de manufacturas, ya están iniciando tres procesos: automatización, inteligencia artificial y robotización. Éstos nos han permitido continuar la producción a diferencia de lo que vimos en las crisis de los setentas y noventas donde la economía se paraba por completo.
Por otra parte, Bruno Tertrais, Director de la Fondation pour la recherche stratégique, comenta en la publicación «El año de la rata. Consecuencias estratégicas de la crisis del coronavirus» acerca de una tendencia de retroceso de la globalización por esta pandemia. Los Estados buscan un mayor control de sus poblaciones, esta es una respuesta común ante la incertidumbre. Sin embargo, la economía del laissez-faire será la perdedora en esta emergencia, ya que los Estados quitarán al sector privado atribuciones sobre el comercio. Pero esto no quiere decir que los países serán reforzados, las sociedades democráticas enfrentarán un malestar político por estas decisiones y por los retos para crear una respuesta para apoyar a los trabajadores. Asimismo, la pandemia refuerza una tendencia de individualismo digital donde los espacios públicos tienen menos peso en la vida de los individuos.
Antes de la pandemia, la OCDE analizaba cómo los países tendrían hasta 2030 para adaptarse a esta transformación. Los mercados tendrían la capacidad de crear más trabajos basados en habilidades digitales y sustituir los que se pierden. Sin embargo, la agenda de protección social para el futuro no se ha explorado suficientemente y creo que deberá ser el tema de alguna futura columna.
Son tiempos de pensar en lo que antes quizás no se nos hubiera ni ocurrido. La sacudida habrá de sacarnos de muchas zonas de confort. Mas nos vale. Alguien a quien quiero mucho y que padece de alcoholismo, me ha dicho que si no hubiera tocado fondo en la forma en la que lo hizo, seguramente no hubiera cambiado tanto para bien de él y su familia. A lo mejor aplica a esta situación.
Como mencionaba líneas arriba, las iniciativas de Ingreso Básico Universal plantean que es posible asignar las ganancias en productividad derivadas de las máquinas para transferirlas a los trabajadores que perderán sus trabajos. Estos ingresos constituirían una renta de los más ganadores por esta transición a los perdedores, pero también plantean una forma de seguridad social que no está vinculada a los impuestos al trabajo, la cual cada vez se vuelve más insuficiente con una tasa de población en la vejez más elevada.
La Crónica:https://www.cronica.com.mx/notas-y_despues_de_todo_esto_que-1151812-2020
Para leer columnas anteriores visite: www.oev.com.mx