El viajero
Autor: Víctor Hugo Hernández Cedillo.
Una de las principales ventajas de viajar en el tiempo, es que puedes pasearte por el año que tú quieras. Puedes permanecer años ahí, irte al futuro o regresar, pero después de diez o quince años en un mismo lugar, la gente empieza a notar que no envejeces y se empieza a cuestionar sobre tu origen. Entonces, es tiempo de partir…
No importa lo bien que te sientas en el lugar, lo mucho que te puedan querer algunos, no importa si hay mujeres hermosas enamoradas de ti. Simplemente, te tienes que ir…
De esto, les contaré mi historia a grandes rasgos, pero omitiré algunos detalles importantes para no poner en riesgo mi identidad. Nací en México en el año de 1820, casi a la par de la consumación de la Independencia, y créanme, en esos tiempos todo era muy diferente, pero la gente, de algún modo, siempre ha sido la misma. Durante años se han escrito historias de inmortales, y hasta en You Tube se pueden ver ejemplos de los viajeros en el tiempo.
Algunos dicen que la inmortalidad se debe a un suceso sobrenatural, como la mordida de un vampiro o al pacto con alguna obscura divinidad. Pero no, no es así. Lo digo por experiencia propia. Esto es mucho más sencillo: se trata de una extraña combinación de genes que te hace inmune a todas las enfermedades, y que nuestras células se regeneren de manera constante.
El efecto es que, llegada la adultez, no envejecemos ni nos enfermamos. Podemos morir por un accidente o ser asesinados, pero no morimos por enfermedad, menos por vejez. Escribo esto en plural porque no soy el único. Durante mis 199 años de existencia he conocido personalmente a un viajero, aunque sé que hay varios por ahí en el mundo. Son aquellos deportistas, presidentes y empresarios que desaparecen de la noche a la mañana, aquellas famosas personas “reptilianas” de las que nadie supo nada jamás.
Algunos, viajeros aburridos de no ser como los demás, simplemente se suicidan. Otros, como yo, tenemos que idear una estrategia de supervivencia que nos permita vivir en sociedad y disfrutar de lo que nos apasiona por todo el tiempo prolongado que se pueda.
Sabemos congeniar en sociedad, pero no nos apegamos a la gente y no solemos desarrollar amistades largas. Todo debe quedar en un cómodo trato superficial. El primer colega que conocí, llegó a mí en 1906, esto porque un día de paseo por Guadalajara, me vio escribiendo y al presentarnos, le conté sobre mi pasión por las letras. No sé cómo, pero supo al instante que yo era de los inmortales.
Por supuesto, años después me enteré que él fundó al Club Unión. En aquel tiempo yo tenía 86 años, pero me miraba de 20. Yo tuve que regresar a México y él me envió algunas cartas durante un par de años, pero luego con el tiempo, no supe más de él. Solo supe que había formado al mejor equipo de México. En las cartas, sin embargo, nunca habló de su experiencia como inmortal. De manera verbal y antes de irme, solo me dijo que ojalá algún día le escribiera al equipo que él había formado.
Yo por supuesto, acepté. Actualmente aparento unos 30-35 años, procuro mantenerme en forma y alejarme de amistades peligrosas. He visitado varios estados y me he librado por poco de sufrir en la guerra cristera, del movimiento estudiantil y de la Revolución Mexicana. Aquellos actos fueron realmente de terror, pero logré saltar en el tiempo antes de que todo eso empezara.
La circunstancia de no permanecer en ningún lugar, hizo que no estuviera en algún acontecimiento trágico en la historia de México, por fortuna. Me entretengo con mucha lectura y con buena música. Viajo a todos los partidos del Club que fundó aquel primer inmortal que conocí.
Pude estar en todas sus finales, incluyendo las que lamentablemente perdió. Vi cómo se formó el Club Unión, su proceso y evolución, vi la etapa de los “ya merito”, vi jugar y ganar a todos los Campeonísimos en los estadios.
Vi llegar a la promotora y vi jugar a las Súper Chivas. Viajé a todos los partidos internacionales de todas las épocas. Fui a la final de la Libertadores, he viajado por muchos lados a partir de 1906 solo por ver a Chivas en todos sus modos y colores. A estas alturas del relato, supongo que ya algún listo me habrá diagnosticado como un demente con delirios de grandeza, que me tacha, además de psicópata, de loco.
No los culpo, pero no se preocupen, ya estoy acostumbrado, y puedo asegurarles, que todo lo que les escribo es cierto, y que la experiencia que me da mi tiempo prolongado de vida, ha sido un factor clave en mi supervivencia y en el amor por el equipo. Conocí el primer automóvil, vi la llegada del teléfono, el hombre en la luna, supe de la televisión cuando era novedad, viví en los tiempos de Pedro Infante, bailé en todas las épocas y en sus distintas modas, viví en la época del celular y del internet.
Es fantástico esto del internet y de toda la evolución de la tecnología, pero nada de esto, se compara con haber vivido toda la enorme Historia que lleva el Club Guadalajara. Me enamoré un par de veces, y la mujer que más recuerdo aún, es Silvia.
Fue a la única que no abandoné, ella me abandonó porque se cambió de país. Era una mujer muy hermosa e inteligente, y creo que fue la única que sospechó de mi rara naturaleza tan peculiar. Con el avance de la tecnología, algunos investigadores parece que están descubriendo a los viajeros. Es obvio que no yo no le había dicho nada de esto a nadie, pero creo que ya es tiempo.
Así que, si algún día me ves en un estadio cuando juegue Chivas, y miras que sigo siendo el mismo, no temas. Soy una persona honrada que se ha quedado en México y que viaja por el tiempo para ver al Club de sus amores en distintos modos y formas, y, puedo asegurarles también, que he visitado el futuro, y les juro que Chivas regresará al lugar que siempre le ha correspondido, no pierdan la fe. Esta es la primera vez que escribo tan abiertamente de lo que soy y de lo que hago. Agradezco que no me juzguen.
Confieso esto solo para librarme del deseo de contárselo a alguien. Sé que la mayoría de los lectores no creerá nada y hayan abandonado estos últimos párrafos, pero con que haya una sola persona que sepa y acepte mi verdad, será más que suficiente… Quizá de casualidad encuentre algún otro inmortal entre los lectores que, al comunicarnos, alivie un poco esta soledad y así mismo, entienda esta pasión y este sentimiento…