Arena suelta: Porque en tierra que ya es mala, ahí ni la hierba crece

Por: Tayde González Arias. Llegó septiembre y con él huracanes que han afectado de manera considerable más de un país, movimientos telúricos que por desagracia también se acompañaron de la muerte, amenazas latentes de guerra entre naciones y por terquedad lejanía de la tranquilidad y la paz, personal y mundial. Si bien las lluvias constituyen la época en la que el campo se hidrata para germinar el alimento, cuando llega en demasía no solo no permite que germine y crezca la buena planta, sino que termina reblandeciendo la tierra al grado de los grandes deslaves que han llegado a desaparecer pueblos enteros.

Alejados de las malas condiciones también cada pueblo celebrara sus fiestas septembrinas, tanto las religiosas, como patrióticas y cívicas, las que deben efectuarse con todo el respeto que cada tema requiere, la solemnidad, el brillo y el entusiasmo que para México septiembre como noviembre representan en sus números 16 y 20; fechas de heroicidad, de coraje y hartazgo, de valor e insatisfacción por las penurias en las que se encontraban los habitantes de aquel tiempo.

Los años de la patria mexicana son notables en sus pronunciadas arrugas de esfuerzo por completar para el gasto, para calzar a los hijos o mandarlos a la escuela, si es que se llega a poder, nuestro país parece un anciano fatigado con la piel enjuta hasta los huesos, cada que debe completar para el kilo de tortillas, de jitomate, frijol o arroz, en medio del constante incremento en los costos de insumos, del gas, la gasolina e incluso los servicios como el agua o la luz.

Cuando hay necesidad de beber agua en México puedes pedir y casi cualquiera te da un vaso, igual que un taco o incluso darle un “cinco” a algunos de los muchos hombres y mujeres, niños y jóvenes a quienes la fortuna no les ha sonreído y no les queda de otra más que pedir la ayuda o lo que de otros sea la voluntad. Ese es México y los mexicanos, que en septiembre llegan a sentir orgullo grande y participan, viendo o marchando en el desfile patrio, aunque al día siguiente tengan que aceptar una despensa que le calmara el hambre unos días y después vivir a medias los demás meses.

El día de la mujer indígena también cae (como decimos por estos lugares) en septiembre, de ese ser que es despreciado por el color de piel, por el uso de su colorido vestido, hablar una lengua distinta al español o incluso solo por haber nacido mujer, lo que es inhumano, y despreciable del todo con el único orgullo de haber sido primera plana de los libros de texto gratuitos hace algunos años, en donde la madre patria permitió engrandecer el patriotismo. El día del alfabetismo también forma parte de las efemérides culturales del noveno mes, sin duda representa la más grande oportunidad para que quienes tuvimos la suerte de asistir a una escuela y aprender a leer y a escribir, compartamos este conocimiento con quienes no saben de abecedario, vocales y sujeto y predicado.

Hablando de septiembre también en el estado de Michoacán, comienza el proceso político electoral y todo lo antes mencionado no es ajeno al tema, pues, así como el diputado ha de aprobar las leyes que doten de mejor vida a los gobernados, los ejecutivos municipales, estatales el nacional jamás deben de ser insensibles al hambre y la sed de su pueblo, como tampoco a la procuración de justicia en los tribunales y la propia Suprema Corte de Justicia de la Nación. Si llegaron los tiempos electorales no tiene que esperar a que alguien u otros decidan a quien debe usted votar, antes, al contrario, sepa leer la sensibilidad, el carisma y el corazón para que los buenos, los mejores hombres y mujeres de México sean quienes ejecuten planes y programas que permitan que cuando menos, lo que gane alcance para no tener hambre, para no morir por una enfermedad curable o que por no hablar la misma lengua se le condene a gente inocente a penas o castigos que al final se excusen en un, usted disculpe.