Arena suelta: No se puede reconocer al sabio que es egoísta como tal, ni al maestro con ese mote sin tener algo que enseñar.
Por: Tayde González Arias. El conocimiento es una de esas herramientas únicas y necesarias para vivir una plena vida. Hay quienes han tenido el atrevimiento de practicar la ciencia y darle un uso no solo inadecuado sino catastrófico llegando al genocidio, y de eso hay muestras históricas fatales repulsivas y por desgracia inolvidables, mismas escenas se replican en la actualidad desgraciadamente y dan razón de ellas las noticias, las redes sociales que manifiestan imágenes que hablan por sí solas del grado al que se puede elevar el odio y el rencor como enfermedades indeseables en la humanidad.
Conocer de algún tema o materia lo veo necesario, es fundamental y resulta insustituible frente a tareas de la cotidianidad, así el médico ha de especializarse en una rama cuya ejecución permita vivir mejor al paciente, lo mismo que el científico que debe tener en mente la investigación constante de las curas a aquellas enfermedades que nos aquejan mundialmente y nos agobian en el interior de la familia.
Si hemos sido dotados de capacidad para memorizar, para aprender, para conocer de prácticamente todo cuanto nos rodea, hemos de elegir bien aquello que nos gusta más, para dedicar la vida profesional a eso que más nos complace y que sabemos puede dar felicidad personal y social, respuesta a las dudas y cura al mal. El conocimiento que es infinito, debe ser constante en el hombre y la mujer que tenga hambre del saber.
Debemos conocer cuanto sea posible, por gimnasia cerebral o para ser bienvenidos en cuanto circulo se solicite nuestra presencia, si bien no vamos a saber de todo, que agradable es estar cerca de la cultura general y lo mismo reconocer la diferencia entre un auto con potencia a 1.8 respecto del 2.5, o para debatir las ideas anticristianas de la obra de F.Nietzche e incluso comparar nuestro México con aquel que Altamirano relatara de una navidad en las montañas. Y si bien hablamos de temas que pueden ser de libre literatura como del pensamiento e imaginación del escritor, lo cierto es que conocer ciertamente nos hace libres no solo de la ignorancia, sino en espíritu y capaces de una relación altamente gratificante con los demás.
Debemos en primera instancia apurarnos a conocer por y para nosotros, los demás sabrán al escucharnos o vernos cuán cultivados nos encontramos. Por otro lado, hemos de estar abiertos constante y sonante al nuevo conocimiento; lo que sí es bien recibido y practicado nos ha de hacer tan conscientes que hemos de ser incapaces del mal o permitir que alguien más lo haga, pues si esto sucediera entonces el propósito de ser mujeres u hombres cultos estará echado por la borda.
Una vez que seamos receptores del conocimiento de algo nuevo, del método o la técnica para el logro del producto o el fin, vamos a compartirlo, debemos de ofrecer la ayuda al que no sabe, con nuestra experiencia o con nuestro estudio, pues a la vez que les facilitamos la tarea, también nos volvemos más humanos. No se puede reconocer al sabio que es egoísta como tal, ni al maestro con ese mote sin tener algo que enseñar, en realidad todos enseñamos y todos tenemos algo que enseñar gracias al conocimiento que hemos adquirido, no sirve guardar un documento histórico sobre la vida de la nación, si no es en un museo para que más ojos lo puedan ver, más corazones abrazar y más mentes recordar.
El conocimiento para fortuna nuestra y en nuestro país sigue siendo una decisión personal, a la que podemos acceder sin tanto tramite salvo el de querer hacerlo, dar tiempo a observar para adquirir experiencia, en hacer una falsación de lo que nos es útil y lo que no, y tomar de las circunstancias como de las demás personas lo mejor, ello es posible un día, cada día, todos los días.