Arena suelta: Lo nuestro, lo nuestro…
Por: Tayde González Arias. Hoy día para que algo nos importe debe estar relacionado directamente con nosotros o con nuestros seres queridos, las pocas cosas que compartimos con los demás dejan de tener valor e importancia cuando no vemos beneficio propio o para los nuestros, el carácter del yo, ha superado en muchos aspectos el nosotros, y entonces nos mostramos ajenos, desconocemos, ignoramos por gusto y a veces hasta repudiamos las exigencias que otros hacen para salvaguardar justicia, democracia o respeto.
Consideramos que no es nuestro problema la asistencia y el apoyo al conductor que se encuentra detenido a bordo de carretera porque no tiene refacción que colocar en el neumático que se le ha dañado producto del mal camino, y porque la última vez que supimos de algo similar en dónde alguien se detuvo resultó que se trataba de un asalto en donde todo era fingido. Vivimos en la zozobra, el temor o miedo y el olvido, cerramos las casas con rejas de hierro, cadenas y grandes candados, si llaman a la puerta para hablar sobre temas religiosos anteponemos las creencias y no solo no les decimos gracias sino que además les corremos. La intolerancia y la desatención pululan en estos tiempos.
Creemos que los políticos roban porque siendo diputados se alzan el sueldo y alcaldes o gobernadores despilfarran e inflan cuentas, gastos de obras y desvíos de cientos de millones, creemos en nosotros porque creyendo que somos dueños de la verdad absoluta, señalamos y culpamos sin tener pruebas y porque los demás culpan también nosotros lo hacemos, tornándonos jueces de otros, señalando los errores porque si la mayoría dice entonces también yo debo de hacerlo, y aunque pudiéramos tener la oportunidad de investigar o preguntar si ese algo es cierto o falso, nos dejamos arrastrar por la turba que engaña fácilmente y hace migas con la pereza para no permitirnos decir más, que sea distinto y pueda dar trabajo para hacer una defensa a una forma que parezca más compleja de ver las cosas.
Nos hemos vuelto como los productos que se elaboran en serie, con el mismo código de vestir en colores, modelos y sabores, no somos diferentes en el sur o el norte, tanto así que las tiendas de conveniencia llevan la misma cantidad de XX y venden las mismas cosas, y creyendo que por comprar ahí, somos o tenemos igual o lo necesario que todos, aunque los precios sean más altos que la tienda de la señora de al lado. Los tonos al hablar que mostraban de donde éramos se siguen escuchando igual pero ni el calor o el frio han podido superar sentirnos estar al día solo por adquirir aquello que por traer manzana suele ser más caro, aunque no sepamos del todo usar por no estar hecho para este mercado, y aunque sus fabricantes se refieran al mercado mexicano con palabras de desprecio nada nos ha de importar mientras estemos comprando vanidad y con eso nos estemos alejando del valor y la comodidad que nos da no estar conectados a la web, al chat o los juegos pagados.
Que nos queda de nosotros, de los padres o los abuelos, si olvidamos casi todo, incluso y según el número de ancianos en las calles nos dejarían pensar que también deshabitan nuestra mente los de la tercera edad que fueron fuerza y ahora tienen la voz de la experiencia, y aún hay más que eso porque si nos pudieran decir esas cabezas blancas lo que ha pasado y que seguro nos ayudarían, para no seguir comprando o seguirnos equivocando, entregándonos a quienes no debemos, andando con amigas y compañeros equivocados e incluso votando por los que han robado pero que regresan al otro día con nuevo cuento y con nuevas siglas y hasta vamos y gritamos para que nos den un día y vivir mal por tres o seis años.
Si una vez que reflexionamos, cómo estamos y a dónde vamos, y decidimos si seguimos o nos quedamos, entonces ahora si habrá que saber que es por gusto ir al matadero comenzaremos a disfrutarlo, pero de no ser de ese el modo entonces muchos hemos de salvarnos y es momento de todos tomar las riendas de nuevo, volver al orgullo mexicano, en donde como la Adelita que acompaño sin dejar al revolucionario, Pancho Villa le quito al rico para dar el pobre o Zapata cuya lucha era que la tierra fuera para quien la trabajara, volver a reivindicarnos, el ideal tendrá que asemejarse y superarse para dejar de ser avasallados por las marcas y víctimas de los engaños de quienes han pensado hasta hoy que no hay masa gris para voltearnos de donde quieren ponernos en donde las letras más grandes y los colores brillantes nos quieren seguir hablando, y esas marcas que nos venden las sigamos comprando pensando que nos dan glamour o elevan la clase o rango, y lo más grave quieran hacernos seguir olvidando que en el barro bien trabajado, el hilo bien cocido o un petate bien armado, guardan toda la belleza, y el color de nuestra piel y del corazón el latido.