Arena suelta: La exigencia mundial es la igual.
Por: Tayde González Arias. La condición social para muchos desafortunadamente es motivo de distinción respecto al trato o a la calidad de persona, pues hay quienes consideran aún en esta época que ser de un color de piel, creer o pensar distinto y/o tener agrado por tal o cual cosa, contar con estudios o no tenerlos les hacen mejores o peores personas. Pensamientos caducos en una órbita de ideas de igualdad de amor o de fraternidad, impiden ser parte de la comuna con sentido humano.
Las distinciones no deben ser otras en ninguna sociedad más que la del vicio del mal trato, de la mala entraña o el lucro, la alevosía y la ventaja, frente a la virtud del afecto, de la emoción por ser iguales y la sensibilidad de la amorosa vida social, pues estas dos características son innegables, fáciles de identificar y constantes entre las comunidades humanas. Mas que pensar en ser virtuosos habrá que actuar como hombres y mujeres responsables, lo que nos ha de llevar a la segunda forma de ser distinguidos.
La historia demuestra la segregación racial, económica y religiosa, en las que por años el mundo se ha debatido, incluso entre la vida y la muerte, lo que no se puede atribuir más que a la cerrazón del sentirse poderosos o por encima de los demás, estas conductas no han beneficiado a ninguna de las partes, pues, aunque por tener dinero se piense que se está en un pedestal, lo mismo que por llevar algún gran apellido, lo cierto es que en alma y espíritu cualquier buen hombre se puede formar.
Separar o dividir, son dos conceptos que no abonan, por el contrario segregan, y si bien en la época antigua hubo por ejemplo quienes se atrevieron con máximas a menospreciar a la gente de color o la mujer con frases que hacían referencia a que en la oscuridad de un tipo de piel no podría entrar la luz de Dios o que los cabellos eran largos y la ideas cortas, suficiente seria poder tenerles un par de minutos enfrente para preguntarle por ejemplo del origen de la música con respecto de la cultura afro o del origen mismo de la vida correspondiente siempre a una mujer.
Épocas enteras como la feudal o la colonia, ya en América, ya en Europa o en muchas partes del mundo (que por desgracia en algunos países siguen viviendo) se distinguió con motes ridículos a quienes procedían de la mezcla de tal o cual raza, y para ir viviendo en un mejor estado de igualdad sucedieron también grandes etapas como la de la ilustración, por ejemplo, en la que para el orden y el progreso se requería del humanismo. Por lo tanto, quien aún siga haciendo diferencias más que buscar la respuesta en textos o manuales de “la gente bien” le ha de bastar leer uno de los discursos de Martin Luther King y entonces poder encontrar el concepto de un alma en búsqueda de igualdad.
Para fortuna de México, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es tan clara en asegurar sobre la igualdad entre hombres y mujeres y aunque sea una garantía que ha de hacer cumplir el Estado, la sociedad debe ser la primera que en cada ciudadano haga vivirla y frente a los otros compartir y dejarnos en igualdad de condiciones en temas tan sencillos con el acceso a un lugar, o temas más formales como acceder a la justicia. Los hombres nacimos libres en esta patria y no podemos ser presa de distinción, lo que ha de formarnos para respetar también la libertad de los otros.
La actualidad hoy más que nunca exige de nosotros vivir alejados de cualquier idea que nos aparte, y fortalecer por el contrario la unión. No hagamos distinciones de ningún tipo frente a lo mismo que somos con respecto de las y los demás, vivamos aceptando y disfrutando la riqueza que cada uno como hombre y mujer podemos ofrecernos unos a los otros, sin dejar de pensar cuanto es lo que con acciones sencillas como el respeto podemos aportar al mundo y cuanto le restaríamos a nuestra felicidad si seguimos en un pleito por creer ser superiores o querer tener el control de una nave que no lleve al destino de la plena felicidad propia y de la comunidad, sino al indeseable rencor social.