José Carlos Bermejo. Proyecto Cuentos para Crecer: El pozo de la fraternidad
Érase una vez un cruce de dos grandes rutas en el que había un pozo abandonado, y en él una cuerda suspendida del brocal desmoronado.
En el cruce de los grandes caminos, sobre el brocal del antiguo pozo, había un viejo sentado con apariencia triste. Del fondo del páramo, por uno de los caminos, un joven ardoroso se acercó corriendo al pozo medio en ruinas. El fogoso joven, de mirada ansiosa, se sentó fatigado junto al viejo y le dijo:
—He buscado la fraternidad por todo el mundo, sin encontrarla en ninguna parte.
El viejo, con el rostro triste y la mirada mortecina, contestó:
—¿La fraternidad? La fraternidad está escondida en el fondo de este pozo.
Y sonriendo, entre bromista e irónico, se levantó y, con paso vencido y lento, siguió por los caminos de la vida.
El joven se inclinó sobre el profundo brocal, sobre el abismo húmedo y negro. Echó una piedra… pero no oyó el chasquido del agua.
—¡Eh… ! ¡Fra-ter-ni-daaaaad… ! ¡Eh…!.
Pero el pozo no devolvió el eco. Entonces cogió la cuerda y empezó a tirar, a tirar, a tirar…, de esa fraternidad que tal vez estaba enganchada de la cuerda en el fondo del abismo profundo.
Pasó por allí un limpiabotas, dejó su caja a la vera del camino y, dirigiéndose al joven, le gritó:
—¡Eh, compañero! ¿Quieres ayuda? Y se puso a tirar de la cuerda.
Se acercó un labrador que, escupiéndose en las manos, amarró la cuerda con sus fuertes dedos y se puso a tirar también de la soga.
Pasó un presidente, que, después de contemplarlos un durante rato, se quitó los guantes y se unió a sus esfuerzos. Y también un turista de un país lejano…:
—¿Fraternidad? ¡Oh! No necesitar que «mi» expliquen.
Todos tiraban. Pero uno lo hacía deprisa, otro despacio; uno a tiempo, otro a destiempo. Era necesario aunar las fuerzas, acompasar los ritmos.
La noche ya cubría los caminos cuando, al salir la primera estrella, entre todos lograron coordinar sus esfuerzos.
—¡Ya, ya está subiendo! —gritó el joven—. ¡Todos a una! ¡Un esfuerzo más! ¡Uf! ¡Uf! ¡Un último esfuerzo! ¡Ya se ve algo!
En el extremo de la cuerda apareció, por el brocal del pozo iluminado por las estrellas, un viejo balde oxidado, lleno de piedras y de fango…
—¡Eso es todo! —exclamaron al unísono el joven, el limpiabotas, el campesino, el presidente, el turista…
De pronto, ante ellos apareció el viejo con una amplia sonrisa en su rostro.
—No, no os he mentido. La fraternidad está enganchada en el extremo de esta cuerda. Sí. Sólo que no en el extremo que vosotros creíais, sino en el otro extremo.
* Quizá también yo, en algunas ocasiones, espero que la fraternidad la construyan otros…
* Puede que animando a quien me rodea, colaborando con ellos, disfrute de lo que deseo, y a veces pienso que no está en mis manos…
* Coordinarse es, en ocasiones, el secreto del éxito…
José Carlos Bermejo