En realidad
En realidad
Arena suelta
Por Tayde González Arias
La suma de todo lo que existe es a lo que llamamos; realidad, y se trata de lo contrario a lo ficticio o imaginario y aunque hay muchas perspectivas sobre ella, tratándose del mundo físico, la naturaleza y sus leyes o la subjetividad que abarca a las percepciones, pensamientos individuales y sentimientos propios, lo cierto es que nadie se puede esconderse a ella, y aunque permanezca oculta, la realidad siempre sale a la luz.
Los escenarios complejos pueden comprometer la realidad, porque puede ser que no sean claras las cosas y termine por tener percepciones equivocadas de las cosas, sin embargo, bien sopesadas las cosas, y bajo un criterio sensato y sobre todo riguroso la realidad se verá reflejada en una opinión en un argumento que nadie podrá poner en duda.
Dicho lo anterior podríamos hablar de las realidades que nos están tocando enfrentar en la actualidad a las y los mexicanos, que ahora somos gobernados por una mujer cuya preparación académica permite que se le considere como una de las mandatarias con mejor nivel académico del mundo, pero que a pesar de eso se ha visto rebasada en temas tan delicados como lo es la inseguridad, que si bien es cierto se trata de un problema de años, lo cierto es que lo del pasado, pasado es y ahora debe hacer frente al problema con valentía, pero todo con el tesón que sólo un ser con
ética y moral probada puede tener al no tener relación directa o indirecta con las organizaciones criminales que mantienen el control de grandes zonas del país.
Si en otros países el uso de la tecnología para mantener el orden y el estado de derecho es una realidad, porqué en nuestro México, estamos escuchando a diario como hacen uso de drones para perpetrar ataques contra prácticamente cualquiera, llama la atención que no haga la contra parte, es decir las fuerzas armadas del país, lo mismo pero para derribar o inhibir la acción de dichos artefactos y mantener la paz social, qué realidad desconocemos, o qué cosa no nos dicen que parece que los malos avanzan mientras que los ciudadanos de a pie estamos a merced y a expensas de la suerte y de la mano de Dios para no perder la vida por una bala perdida o por estar en el lugar equivocado por las personas equivocadas.
Hoy que el ejecutivo es de un mismo partido como en la mayoría de los gobiernos locales, hoy que el poder legislativo lo tiene la mayoría de “los guindas”, y hoy que la mayoría de los que ganaron o repiten tras la elección del poder judicial son del mismo bando, debería ser otra la realidad, porque no hay justificación para no hacer las cosas difíciles, y sí hacer todo más sencillo, sobre todo el acceso a la justicia, a la vida digna y a la paz social.
La verdad y la realidad, no se pueden ni deben esconder, porque, aunque un mandatario de cualquier nivel tenga los más altos estudios, o sea académicamente muy preparado, si no se tiene empatía, si no sabe escuchar y antes de abrir los oídos quiere cerrar bocas, dejará entrever una falta de humanismo de madurez política, pero sobre todo de tolerancia, al no poderse en los zapatos del otro y saber las dolencias de su pueblo a través de sus ciudadanos.
La realidad del país debe cambiar, con acciones y no con palabras, con la verdad por delante y no cerrándose de ojos para no ver esas zonas que están dominadas por grupo que no han sido legítimamente electos para gobernar o mantener control y poder en alguna demarcación.
No es el camino a la luz mentir, ni callar a los demás, ni no aceptar los errores, pues el que cree en la verdad y trabaja sabiendo la realidad de las cosas es capaz de recapacitar y pedir disculpas o hasta perdón, pero sobre todo enderezar el camino y poner y quitar, y quitar y poner a los mejores elementos que sean capaces de leer las cosas de la manera que son y no como muchos quieren que sea o como sólo una persona quiera.
Vamos viendo las cosas claras, vamos poniendo las cosas sobre la mesa, y estando sin presión alguna más que con el amor al país y la inteligencia en la administración, hagamos que la realidad sea cada vez mejor, que se actué con decencia, y en apego a la ley, que no se permita que se gobierne por “los malos”, y más bien se aquilate el bien común como una meta inigualable y se trabaje en consecuencia sin presiones ni temor, porque de no ser así seguiremos sumisos y temerosos en una obscuridad dentro del poder y en un camino de zozobra, pobreza y sin rumbo.





