Relato de un hecho violento: Ebrio y furioso con una pala mató a su padre

 

Por: RESEGA.-La justicia en México es aplicada en forma irregular,  como en los casos de personas  que cometen ilícitos y tienen problemas psicológicos o trastornos mentales, existen infinidad de reclusos que  después de ser detenidos no son sometidos a estudios médicos, aún sabiendo que el delito lo cometieron bajo esas  condiciones y permanecen al lado del común de sus compañeros reclusos.

Recordamos como una madre de familia  comenzó a disparar  una pistola matando a su esposo, a una de sus hijas y dejó gravemente herida a otra, su pequeño hijo se salvó de morir ahogado en la pileta donde lo había lanzado, sin embargo el juez dictaminó que fuera sentenciada a varios años de prisión sin considerar que su acción la cometió en un estado de desquiciamiento mental, porque ninguna persona arremete contra su familia de esa manera, estando en sus cinco sentidos.

Otro caso fue el de una mujer que enloquecida asesinó a su hermana y la mutiló, también fue a prisión.

En los países desarrollados,  los casos así son atendidos de diferente manera, si después de someter a exhaustivos  exámenes y estudios  a un infractor de la ley, resulta que padece trastornos mentales, no lo mandan a la cárcel, sino a un centro donde recibirá atención y tratamiento para lograr su restablecimiento.

En las cárceles de México podemos ver a este tipo de personas, conviviendo con otras que no tienen el mismo problema, pero que viven en riesgo de ser atacadas, si en algún momento apareciera el síntoma que la indujo a cometer el delito que lo llevó  a prisión.

En 1996, en el municipio de Susupuato, vivía una familia integrada por un matrimonio y su hijo de 38 años de edad, Felipe Ramírez Rebollar, este tenía fama de pendenciero y agresivo, sus pocos amigos lo evadían porque constantemente los insultaba y hasta trataba de golpearlos.

No faltaba quién lo tildara de loco, los chiquillos le gritaban y se iba contra ellos tratando de golpearlos porque no le gustaba que lo llamaran así.

En su hogar,  su mamá doña Elena Rebollar, lo trataba con cariño como toda madre lo hace con sus hijos y no pensaba en la condición  que tenía, para ella era normal “a veces muy enojón y peleonero” pero no le importaba, al rato se le pasaba y todo regresaba a la normalidad.

Joel acostumbraba a tomar bebidas alcohólicas, constantemente regresaba a su casa ebrio, y desquiciado insultaba a su madre y a su padre, en ocasiones se ponía demasiado agresivo, a tal grado que en varias ocasiones don Chava, que así se llamaba su progenitor, tuvo que golpearlo en un intento por calmarlo.

En una ocasión, un día del mes de enero de 1996, Joel  llegó demasiado ebrio  y como casi siempre, insultó a sus padres obteniendo como respuesta que su papá lo regañara y hasta le diera unos golpes. Pareció, por el momento, que había comprendido su mala actitud y enojado se fue a dormir.

Don Salvador Ramírez Villaseñor, un hombre de campo que tenía 75 años de edad, se mantenía fuerte y trabajaba en las labores del campo, al día siguiente del problema, muy de mañana se levantó y acompañado de su hijo se dirigió a su parcela, Joel no hizo comentario alguno, todo indicaba que lo ocurrido la noche anterior había sido una situación como en otras ocasiones y quedaría olvidado.

Pasaron tres días sin novedad, la familia parecía haber encontrado una nueva forma de vida, Joel actuaba a veces muy callado y eso tranquilizaba a doña Elena, pero nadie imaginaba que ideas cruzaban por la mente de su hijo.

Cuando nadie en esta familia esperaba que ocurriera algo anormal, Felipe llegó a su casa totalmente borracho y comenzó a insultar a don Chava, después lo agredió a golpes con los puños hasta tirarlo sobre el piso, enfurecido, le reprochaba la forma en que lo había tratado días anteriores, como pudo logró ponerse de pie en un intento por ponerse a salvo, pero los golpes continuaban.

Totalmente fuera de si, el hijo desquiciado, tomó una pala y sin el menor remordimiento lo atacó dándole golpes  en todo el cuerpo, espalda y cabeza sobre todo, hasta que el anciano cayó al piso sin sentido y desangrándose, para quedar inmóvil.

Doña Elena, espantada, aterrada,  no comprendía lo que estaba pasando, hasta que vio a su esposo moribundo pudo reaccionar un poco y salió corriendo y gritando, los vecinos comenzaron a acercarse a la vivienda y pudieron ver el cuerpo ensangrentado tirado en el piso y como Felipe lo levantaba con mucho esfuerzo, hasta  subirlo a un caballo en donde lo atravesó sobre la silla.

Atónitos, quienes observaban la escena no hablaban, solo miraban, mientras el parricida, que así son llamados los hijos que asesinan a su padre, se iba jalando al caballo y enfiló rumbo al panteón. Llevaba la misma pala con la que había golpeado al hombre que le había dado la vida.

A cierta distancia decenas de vecinos curiosos lo seguían, aunque ninguno se atrevía a detenerlo, vieron como llegó hasta el panteón y comenzó a cavar una tumba, tenía la intención de darle sepultura al cuerpo de  su padre.

La familia del homicida ya había informado a las autoridades de lo sucedido, llegó el Encargado del Orden y la policía municipal de Susupuato, más tarde hizo acto de presencia el agente del ministerio público acompañado de varios agentes de la policía ministerial, quienes recibieron al acusado y lo trasladaron a Zitácuaro.

Felipe, no  recibió tratamiento médico aunque lo ameritaba, su familia dijo tiempo después que estaba en la cárcel purgando la pena que le había impuesto el juez. Sus vecinos que antes le gritaban, loco, ahora callaban y lamentaban que en su comunidad hubiera ocurrido un crimen familiar tan dramático.